Los Amigos de  Giordano Bruno (1548-1600)

MªDolores F.-Fígares

 En la azarosa trayectoria vital de Giordano Bruno, cambiando constantemente de país, la mayoría de las veces perseguido o expulsado por sus rompedoras ideas,  en conflicto con católicos o protestantes,  llama la atención la intervención de ciertos personajes que le ofrecen su apoyo y su ayuda en los momentos decisivos.  En los dieciséis años de continuos viajes y traslados siempre encuentra el fiel ayudante a quien dictar sus obras, al entusiasta editor dispuesto a publicarlas, al personaje principal bien relacionado que le ayuda a encontrar medios para subsistir. Aparentemente son encuentros ocasionales la mayoría de las veces y siempre la huella que deja el filósofo da la impresión de durar más allá de las circunstancias de espacio y de tiempo.

A pesar de su violenta muerte y del escarnio al que se vio sometido durante sus años de cautiverio, los efectos de su tarea formativa, la preservación de su extensa obra a lo largo de los convulsos años de los comienzos del siglo XVII, nos hace pensar que la leyenda de la existencia de los llamados Giordanisti, que se extendió por Europa tras su muerte, pudiera ser cierta y revestir la forma de una fraternidad cuyas huellas se dejaron sentir en los movimientos que potenciaron el avance científico y filosófico, en medio de la oscuridad del fanatismo religioso. En cada ciudad, apenas encuentra una mínima estabilidad, despliega su afán de instruir, reuniendo a grupos de jóvenes, ávidos de conocer sus novedosos puntos de vista y paralelamente, va plasmando sus ideas en sus obras, con admirable laboriosidad.

Aunque perseguido, el Nolano contó siempre con seguidores y amigos, colaboradores de su obra, algunos de los cuales ejercieron profunda influencia en la cultura de los años posteriores a su muerte. A lo largo de su vida, los amigos de Bruno van tejiendo una red protectora que le va permitiendo cumplir su destino. En la búsqueda, no siempre encontramos los nombres de sus benefactores, sino las consecuencias de sus buenos oficios para permitirle impartir sus lecciones, escribir las obras, o sobrevivir a las dificultades de todo tipo con que tuvo que luchar. Las propias declaraciones del filósofo ante el tribunal del Santo Oficio ofrecen referencias interesantes para los estudiosos de su biografía, entre ellas, las que los interrogados durante el proceso hicieron a una presunta cofradía de seguidores, cercana a los  luteranos, que llamaban “giordanisti”.

Su trayectoria vital se encuentra jalonada por el encuentro con personajes cuya amistad va marcando las etapas. Algunos fueron sus discípulos, otros le proporcionaron modelos de trabajo o de conocimiento, otros, en fin, le abrieron puertas de acceso a los ambientes propicios en los que plasmar su obra y cumplir su destino.

Uno de los primeros amigos de la niñez  fue el poeta Luigi Tansillo (1510-1568), nacido en Nola, que apareció en alguna de  sus obras como personaje o  mediante la cita de alguno de sus poemas. Pudo ser Tansillo quien le diera a conocer “Orlando Furioso”, la obra de Ludovico Ariosto,  en la que algunos ven antecedentes de los brunianos “Heroicos furores”.((He tomado los datos sobre las personas que estuvieron en contacto con Bruno del excelente trabajo de  Dorothea Waley Singer (1950): Giordano Bruno, his life and Thoughts. by Henry Schuman-. New York. (edición on line). Es difícil demostrar de manera fidedigna las relaciones de amistad que Bruno pudo mantener en los ambientes que frecuentó durante sus viajes por Europa. A veces  se adivinan los encuentros en base a las coincidencias de fechas y amigos comunes)).

La vida del Nolano  se hizo errante desde su juventud, después de once años de vida monástica en Nápoles  cuando decide abandonar la vida conventual. Tras breves estancias en ciudades italianas, su primer apoyo lo obtiene en Ginebra, de parte del marqués de Vico de Nápoles, el cual ayudaba a los italianos que huían de las acusaciones de protestantismo, si bien Bruno no quiso entrar nunca en las discusiones entre católicos y protestantes.

Tras el escándalo que siguió a sus acusaciones contra Antoine de la Faye, poderoso erudito, se traslada a Francia donde encuentra buena acogida como profesor, primero en Toulouse, donde permaneció durante dieciocho meses y llegó a  reunir un  grupo de estudiantes a los que instruyó sobre temas filosóficos.

Posteriormente se traslada a París y ahí recibe el apoyo de Jean Regnault, consejero del duque de Angulema, el cual le presentó al embajador veneciano, Juan Moro, ante la corte del rey francés. Uno de sus discípulos fieles de esa época es John a Nostitz, un noble húngaro, el cual en 1615 escribiría un libro ahora perdido en cuyo título se autodenomina  “discípulo auténtico de G.B.” y da cuenta de la fascinación que produjo su maestro en los ambientes intelectuales. Hay que tener en cuenta que durante este período en París, Bruno consiguió  enseñar en el Collège de France, institución académica de fundación real,  gracias a la intervención del rey de Francia Enrique III, que se había interesado por la extraordinaria memoria del filosofo y sus métodos para desarrollarla.

Estancia en Londres

La estancia de Bruno en Londres es una de las más fecundas para   su progresión intelectual, favorecida sin duda por el ambiente de cierta libertad de pensamiento propio del reinado de Isabel I, a quien dedicó encendidos elogios. Sin duda la figura de Michel de Castelnau, señor de Mauvisière, embajador de Francia en Londres es una de las más destacadas entre sus más cercanos amigos. El mismo rey de Francia había escrito a Castelnau, recomendando que atendiera a Bruno, pues se hacía aconsejable que se trasladara a la liberal Inglaterra de la era isabelina. El embajador francés  mantenía muy buenas relaciones al más alto nivel, lo cual facilitó sin duda el acceso del filósofo. Como ejemplo significativo de esto podemos citar el hecho de que estaba emparentado con la reina María de Escocia por el matrimonio de su hija.  En Londres Bruno encontró el ambiente propicio para exponer sus ideas y escribir y publicar muchas de sus obras más importantes.

Entre los amigos de Castelnau que trató,  vale la pena mencionar a  Sir Philip Sidney, el cual le presentó  a quien sería otro de sus discípulos más cercanos: John Florio, hijo de Michelangelo, un ,judío italiano, afincado en Londres. Florio fue también uno de sus más directos colaboradores y traductor de sus obras, prestigioso filólogo que  enseñaba en Oxford,  traductor de  Michel de Montaigne y pensaba que el lenguaje podía servir para pacificar a la humanidad, siguiendo lo que en el siglo XIII había avanzado Roger Bacon.  Florio, autor de un diccionario italiano-inglés, pertenecía al círculo de Castelnau, a cuya hija enseñaba la lengua italiana.

La diatriba de Oxford, que inmortalizó Bruno en su diálogo “La Cena de las Cenizas” pudo estar organizada precisamente  por  John Florio, que era amigo y condiscípulo de sir Walter Raleigh y sir Philip Sidney. Por otra parte, hay que tener en cuenta el dato de que el Canciller de la Universidad era  el duque de Leicester, protector de los italianos en Inglaterra, tío de Sir Philip Sidney y miembro del círculo de científicos, filósofos y literatos admiradores de Bruno en Londres. En  el famoso debate pudo participar también   Alberico Gentile (1552- 1608), estudioso jurista, que también enseñaba en Oxford. Gentile ha sido considerado como “abuelo” del Derecho Internacional moderno y se sabe que ejercía influencia sobre la reina Isabel, incluso consiguió evitar en una ocasión que castigara al embajador de España. Gentile sostenía que no debía obligarse a nadie a convertirse a ninguna religión, enfoque progresista en la época.

Otro amigo de Florio era Matthew Qwynne, amante de la música y las letras, que posteriormente estudio medicina y fue profesor de Gresahm College en Londres.

Durante su etapa londinense, Bruno pudo dedicarse a escribir con tranquilidad y reunirse con eruditos y nuevos científicos según el espíritu renacentista, como William Gilbert, o Alexander Dickson. Existen testimonios que muestran una relación estrecha entre Bruno y Gilbert, pues compartían sus puntos de vista copernicanos. En cuanto a Dickson fue discípulo de Bruno en el arte de la memoria y  en 1583 publicó en Londres un texto de inspiración bruniana: “De umbris rationis & iudiccii, siue de memoriae virtute Prosopopeia”, dedicada al duque de Leicester, obra que, por lo demás, recibió críticas y ataques. Francis Godwin, estudiante de teología,  también estuvo influido por las teorías sobre el infinito. Otros nombres de seguidores y amigos son el de Thomas Hill,  erudito interesado en  matemáticas, astrología, sueños, magia, máquinas, o  John Charleswood, editor de las  obras brunianas.

En Londres se reunían hermetistas, poetas, amantes de la antigüedad clásica en la llamada “Escuela de la Noche”, cuya cabeza visible sería sir Walter Raleigh y el matemático Thomas Hariot, o el poeta George Chapman, autor de la traducción al inglés de la Iliada de Homero. También hay que mencionar, junto a Philip Sidney a su amigo Fulke Greville, en cuya casa se celebra la famosa cena de las cenizas, metáfora de la “Escuela de la Noche”.

De París a Wittenberg

Al tener que regresar Castelnau a París, Bruno le acompaña  y allí le apoyan dos italianos escapados del santo Oficio: el culto y erudito marchante de arte Jacomo Corbinelli y el banquero Piero del Bene (abad de Belleville) ambos cercanos a la causa de Enrique de Navarra.

En 1586 Bruno deja el París de Enrique III, al sentirse acorralado tras las polémicas que levantó con sus refutaciones a Aristóteles (“Ciento veinte artículos contra los peripatéticos”) y su defensa del universo infinito. En el colegio de Cambrai, encontramos otro discípulo aventajado de nuestro filósofo,  Jean Hennequin, el cual pronuncia un discurso, mientras Bruno escucha sentado en una silla cerca de la puerta, exasperando al auditorio, al increparles si alguno estaba dispuesto a defender a Aristóteles. El escándalo es mayúsculo y le cierra las puertas de los centros universitarios parisinos. Decide entonces trasladarse a Alemania, concretamente a  la Maguncia de Reuclin, en Marburgo, tierra  donde Lutero y Zuinglio discutieron sobre la presencia de Cristo en la eucaristía y los sacramentos. Se matricula como “doctor en teología romana”, lo cual  hace que el rector de la universidad, el jurista Petrus Nigidius le  niegue el permiso  pues consideraba que un católico no debía enseñar filosofía en una universidad protestante.

Se traslada a Wittenberg, (1586-1588) en Sajonia,   donde se encontraba Alberico Gentile,  al que había conocido en Londres, en el círculo de sir Fulke Greville. Gracias a sus contactos le proporcionó la oportunidad de enseñar durante  dos años sobre el Organon de Aristóteles, escribiendo obras importantes y formando un círculo de discípulos. En una de sus dedicatorias, Gentile se refiere a “los filósofos de París y otros filósofos que en el generoso reino de Galia son amigos y defensores de los dogmas de una filosofía más sabia”.

En la  inscripción de Bruno en la universidad  figura  como doctor de Italia. Wittenberg((T. Leinkauf (ed.) (2004): Giordano Bruno in Wittenberg. 1586-1588. Aristoteles, Raimundus Lullus, Astronomie. Actas del Congreso celebrado con motivo del IV centenario de la muerte de Giordano Bruno. Original en alemán, italiano, francés. Instituto Editoriali Poligrafici Internazionali. Pisa)). era una ciudad tolerante y allí escribió obras importantes y especialmente inspiradas, como “Las antorchas de las treinta estatuas”, donde compara la mitología griega arcaica con la trinidad cristiana. La estancia de Bruno en Wittenberg tuvo un efecto duradero, de tal manera que se puede considerar la ciudad donde pudo constituirse  el grupo de los “giordanisti”.  A partir de entonces la ciudad se relaciona estrechamente con el hermetismo alemán,((Glenn Alexander Magee (2008): Hegel and the Hermetic Tradition. Cornell University Press.)) influencia que, dicho sea de paso, llegó hasta Hegel, quien incluyó a Giordano Bruno en su obra “Fenomenología del Espíritu”.

Otro discípulo de Bruno en Alemania, del que tenemos referencia es Jeronimo Besler, de Nurenberg, autor del manuscrito de “De Vinculis in genere”, que le fue dictado por su maestro,  compuesto entre 1589 y 1591. Más tarde, Besler volvió a trabajar con Bruno como asistente y discípulo en Padua, tarea que desarrollaba en paralelo con su dedicación a la Medicina. Varias de las obras brunianas de este período fueron escritas por Besler.

Durante la estancia de Bruno en Frankfurt localizamos a otro buen amigo y editor de sus obras, se trata de John Wechel, un contacto que le proporcionó desde Londres su amigo Sir Philip Sidney.

También en Zurich encontramos un grupo de amigos y colaboradores, que le facilitan la edición de sus obras, le proporcionan alojamiento y eventualmente la posibilidad  de impartir clases en las universidades. Se trata de  John Henry Heinz, hijo de un erudito y rico protestante suizo. Él y su hermano adquirieron el castillo de Elgg, en el cantón de Zurich, donde reunían a estudiosos y continuaban sus investigaciones entre los que se encontraban algunos alquimistas. Raffaele Eglin es otro de los discípulos de esa época, el cual publicó una obra que recogía notas y un glosario de términos metafísicos y filosóficos utilizados por el nolano en sus lecciones. Más tarde, en 1609, cuando ya era profesor de Teología en Marburgo, Eglin reeditó dichos comentarios y glosas nolanas, añadiendo una segunda parte, titulada enigmáticamente “Escala para la aplicación del Ser”.

Parece seguro que Bruno, durante sus estancias en Alemania, fundó una fraternidad, para la que diseñó símbolos basados en su obra  “De triplici minimo”, donde abundan estrellas y triángulos, siendo la estrella símbolo del amor.

La tríada bruniana está formada por  Mens, Intellectus y Amor y otras agrupaciones ternarias aluden a las tres gracias: Veritas, Pulchritudo, Bonitas. O también Unitas, Veritas, Bonitas, y Vita, Intellectus, Generatio. Las coincidencias ternarias lo relacionan con Agripa (1486-1535) y Robert Fludd (1574-1637), ambos de raíz hermética.

La conexión Rosacruz

Frances Yates((Yates. F. (1978): “The Rosicrucian Elightenment”.Shambala. Boulder (Colorado).)) se plantea la relación de los discípulos de Bruno con el misterioso surgimiento de los Rosacruces, en unas fechas que ofrecen numerosas coincidencias: “en el movimiento de los Rosacruces  hay muchos aspectos que recuerdan la figura de Bruno”((Yates, Frances (1983): “Giordano Bruno y la Tradición Hermética”. Ariel. Barcelona.  Pág.. 468)) dice la autora. Los enfoques herméticos brunianos aparecen en muchos de los textos fundacionales de la Fraternidad.

Para la citada autora, John Dee (1527-1608) estaría en el origen de dicho movimiento y no parece descabellado relacionar a Bruno  con el influyente alquimista, vinculado a amigos del nolano, como Sir Philip Sidney, de quien había sido instructor y su mejor discípulo, Edward Dyer fue íntimo amigo de Sidney.

Hay que tener en cuenta que Dee, acompañado de su ayudante Kelley recorrieron Alemania en la misma época que lo hizo Bruno, (1598) antes de establecerse en Bohemia. Y veinticinco años más tarde se daría forma en Alemania al movimiento Rosacruz, después de ciertos precedentes o intentos previos, tal como nos indica Yates en el referido estudio.  Esta conexión nos aleja del objetivo de este trabajo, sin embargo he considerado mencionarla como sugerencia para posteriores investigaciones.

Dee viajó a Europa Central y Alemania  entre 1583 y 1588, acompañando al príncipe polaco Albert a Laski, en cuyo honor se había organizado el famoso debate en Oxford en el que participó Bruno. Laski, además de pretendiente al trono de Polonia, promovió la traducción de las obras de Paracelso, entre otros.

Sabemos que Bruno conoció a Dee durante su estancia en Inglaterra, y a Kelley, su ayudante. Ambos habían estudiado a fondo la Philosophia Oculta de Agrippa y desarrollado nociones de matemáticas y mecánica, siguiendo a Herón de Alejandría. Lector y conocedor de Pico de la Mirandola y del Corpus Hermeticum, Dee representa una relación entre la magia y la ciencia práctica, por la vía alquímica, significativa en los movimientos posteriores.


La reina Isabel había nombrado a Dee como astrólogo de la corte y pertenecía al círculo hermético que se reunía en torno a sir Philip Sidney. Debieron conocerse con motivo de la visita del príncipe polaco Laski a la Universidad de Oxford, donde acudió acompañado de Sidney y Bruno animó las discusiones que se organizaron, con su famosa intervención sobre el universo infinito y las teorías copernicanas.

En 1612-13  Traiano Boccalini (amigo de Galileo y ligado a los círculos liberales de Venecia), publica los Ragguagli di Parnaso, un  alegato contra la pedantería y la tiranía y muere inesperadamente en 1613. La obra tiene mucho paralelismo con la Expulsión de la Bestia triunfante bruniana, que plantea la reforma del mundo, obra que se conocía en Venecia, donde escribía Boccalini.

En 1614 se publica en Kassel  (Hesse) el primer documento que funda la fraternidad de los rosacruces. Consta de dos partes: la primera se titula  “La Reforma general del universo a cargo de los Siete Sabios de Grecia y de otros literatos, efectuada bajo las órdenes de Apolo”, que es en realidad una traducción de la obra de Boccalini y la  segunda, bajo el título de “Fama Fraternitatis”,  nos narra la peripecia vital de un noble alemán, superviviente de la familia de los Germelshausen, entre Esse y Turingia, que habrían mantenido la fe albigense en Alemania a lo largo del siglo XIII, y que fueron perseguidos por  el malvado conde Conrad de Turingia, que destruyó el castillo. Un monje lo recogió y educó, enseñándole las doctrinas herméticas, y junto con otros cuatro monjes formó una comunidad.

El joven adquirió el nombre simbólico de Christian Rosenkreutz,  y un buen día emprendió viaje hacia el Oriente, en busca de sabiduría, sobre todo a Damasco y a Fez, tras visitar un misterioso centro iniciático en Arabia, Damcar, donde había conocido los misterios de la Cábala, las doctrinas de Maimónides y Al Gazzali. También visitó España, en su viaje de vuelta, donde entró en contacto con los “alumbrados”, sociedad de alquimistas.

En los artículos del Manifiesto se establece que los hermanos deben mantener el secreto, deben vestir con austeridad según los usos y costumbres y dedicarse a curar a los enfermos. El manifiesto indicaba que la humanidad podría experimentar y comprender lo divino en la naturaleza por medio del conocimiento y también la diferencia entre lo material y lo espiritual. Se dirigía a los estudiantes de alquimia, interesados en la cábala y el misticismo hermético. Otras publicaciones rosacruces fueron la Confesio Fraternitatis de 1615 y las Bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz.

Un análisis de los contenidos de tales textos, comparándolos con los principios de la Filosofía, podría arrojar luz sobre la continuidad de los esfuerzos del filósofo de Nola, por cambiar la mentalidad de las gentes de su época, la reforma de la mente, propuesta en “Expulsión de la Bestia Triunfante”. También se encuentran semejanzas en los perfiles de figuras vinculadas por los historiadores con  el movimiento rosacruz, como Robert Fludd, o Tomasso Campanella.  En todo caso, como comenta Yates, “hay motivos para suponer que las aspiraciones a una reforma universal en un contexto hermético que alimentaban los Rosacruces eran deudoras, en ciertos aspectos, tanto de Bruno como de Campanella”.((Yates, F. obra citada (Giordano Bruno y la Tradición hermética”. Pág. 470)).

Más de cuatro siglos después de su muerte, aún están pendientes algunas de las reformas. Aunque afortunadamente, hay todavía muchos amigos de Bruno, dispuestos a seguir luchando por conseguirlo.

Bibliografía

Waley Singer, D. (1950): Giordano Bruno, his life and Thoughts. by Henry Schuman-. New York.

 Leinkauf, T. (ed.) (2004): Giordano Bruno in Wittenberg. 1586-1588. Aristoteles, Raimundus Lullus, Astronomie. Actas del Congreso celebrado con motivo del IV centenario de la muerte de Giordano Bruno. Original en alemán, italiano, francés. Instituto Editoriali Poligrafici Internazionali. Pisa.

Glenn Alexander Magee (2008): Hegel and the Hermetic Tradition. Cornell University Press

Yates. F. (1978): The Rosicrucian Elightenment. Shambala. Boulder (Colorado)

Yates, Frances (1983): Giordano Bruno y la Tradición Hermética. Ariel. Barcelona