[:fr]LA TEORIA DEL CEREBRO IMAGINATIVO[:es]LA TEORIA DEL CEREBRO IMAGINATIVO[:en]THE IMAGINATIVE BRAIN THEORY[:]

[:fr]Una nueva teoría para explicar cómo nace el espíritu según la antropología cognitiva

Fernando Schwarz (Director Internacional Instituto Hermes)

La cultura motor de la evolución

Desde los años 80 nacen teorías sobre la co-evolución naturaleza/cultura. Estos modelos suponen que la aparición de las aptitudes humanas (el lenguaje, la inteligencia social, la técnica) surgen de una dinámica de interacción entre el cerebro y su entorno cultural. Dicho de otra manera, no es la selección natural y la adaptación a las dificultades del entorno que favorecen el aumento de las capacidades cerebrales, sino una evolución progresiva del cerebro en función de un entorno social cada vez más complejo que el ser humano contribuye a crear. A partir de este modelo, se puede concebir la existencia de una selección social, o selección cultural, que se agrega o contraría el mecanismo darwiniano de la selección natural.

En estos modelos de co-evolución, la especie evoluciona no para adaptarse al entorno natural sino en función del entorno artificial creado por la especie misma.

Desde los años 2000 estas nuevas explicaciones sobre el origen del espíritu humano se sintetizan en dos teorías que podemos considerar adversas o complementarias: el cerebro social y el cerebro imaginativo.

El cerebro social

Según el primatólogo y antropólogo ingles Robin Dunbar, la inteligencia nace del número y de la riqueza de las interacciones sociales. Pero esta teoría presenta varias objeciones; en el mundo animal, la talla de los grupos no es siempre proporcional a la riqueza de relaciones que se entablan (como es el caso de los chimpancés y los hombres). Los lobos y chacales forman manadas de talla pequeña pero con relaciones sociales muy ricas y complejas, superiores a los de los chimpancés.

Michael Tomasello propone una variante a la teoría del cerebro social. Sus investigaciones se basan en las capacidades comunicativas de los bebés y los grandes simios. Hasta los diez meses, los chimpancés y los humanos no difieren en su desarrollo cognitivo. Pero al año, los bebés comienzan a comunicar activamente con los otros buscando atraer su atención, señalando por ejemplo con un dedo lo que les interesa.

Tomasello califica esta capacidad de “atención conjunta”. Este sería un elemento clave que permite a los humanos comunicar, pero también cooperar, trabajar juntos; para ello hay que tener una finalidad común. Esto distingue a los humanos de los chimpancés.

El segundo factor que juega un rol esencial en la aparición de las culturas humanas es la imitación. Atención conjunta e imitación son, según Tomasello, los dos pilares de una cultura acumulativa, que es la base de la cultura humana.

Otros primatólogos, como Christophe Boech, piensan que los chimpancés también poseen la atención compartida. Pero en todo caso, los dos pilares parecen importantes para la conformación de una cultura humana.

La teoría del cerebro imaginativo

Surge como una alternativa a la teoría del cerebro social. Si los seres humanos han podido desplegar sus capacidades culturales en tantos dominios -el lenguaje, las técnicas, el arte y todas las obras creativas- sería porque todas surgen de una capacidad común: la imaginación.

La imaginación debe ser entendida de manera amplia. Ella tiene la capacidad general de producir imágenes mentales, es decir, representaciones diferidas de la realidad. Los recuerdos, las anticipaciones, los pensamientos interiores son imágenes mentales.

Es el psicólogo australiano Thomas Suddendorf quien lanzó esta teoría. Se hizo conocer por sus trabajos con Michael Corballis sobre el “mental travel”. El viaje mental en el tiempo es una capacidad propiamente humana de proyectarse mentalmente en el pasado o en el futuro.

Es lo que hacemos corrientemente durante una jornada cuando dejamos una acción para pensar en el futuro con el objeto de organizarnos o proyectarnos, o cuando rememoramos un recuerdo. Ellos demostraron que la memoria y la anticipación están vinculadas. Utilizamos bloques de recuerdos para construir escenarios de futuro. Inversamente nos sucede ver el “futuro anterior”: es el caso de los remordimientos y disculpas.

Los estudios confirman que la activación de los recuerdos y de las proyecciones hacia el futuro utilizan las mismas regiones cerebrales. Fundamentalmente el córtex prefrontal, conocido por su rol en las actividades mentales de planificación.

La brecha que separa a los humanos de los animales se observa en seis dominios particulares: el lenguaje, la anticipación (mental time travel), la inteligencia, la cultura, la moral y la teoría del espíritu (la capacidad de leer en los pensamientos del otro). La imaginación seria el punto común que vincula estas posibilidades entre ellas. Es relacionando estas capacidades entre ellas como se construirían las culturas humanas.

La imaginación y el mundo de las ideas

Según Peter Gardenfors, profesor de ciencias cognitivas, la línea humana se separó de las otras líneas de primates desplegando una capacidad singular: la de producir “representaciones separadas” fundamentadas en el surgimiento de la imaginación como “máquina de ideas”.

La tesis del cerebro imaginativo puede resumirse de la manera siguiente: la raíz de las múltiples aptitudes humanas provendría de un mecanismo cognitivo único, la aptitud a forjar “representaciones separadas”, que comúnmente son llamadas las imágenes mentales, que podríamos simplemente designar como “ideas”.

Ciertos animales, como el elefante, poseen esta capacidad de representarse provisoriamente un objeto en su ausencia, pero esta capacidad queda confinada en límites estrechos en su caso. Nada señala durante las actividades cotidianas de los vertebrados superiores inteligentes, de los pájaros a los primates, la existencia en ellos de producir proyectos variados y a largo plazo. En cambio los humanos desde la infancia expresan una extraordinaria creatividad que se expresa en el lenguaje y las historias verdaderas o falsas que les encantan escuchar o inventar, sin hablar de los dibujos, etc.

Los proyectos virtuales nacidos de la imaginación no están destinados a abstraerse de la realidad. Al contrario contribuyen a actuar sobre la realidad, innovar y resolver problemas.

Lo atractivo de esta teoría -que todavía no está totalmente fundamentada- es que se puede aplicar a una serie de fenómenos del espíritu humano: el lenguaje, el arte, la técnica, la religión, la moral y las anticipaciones que están todas basadas en imágenes mentales. Y también puede ser compatible con las últimas investigaciones de la neurobiología, como el rol del lóbulo frontal como centro piloto de las operaciones mentales complejas, con los descubrimientos arqueológicos sobre la evolución combinada de las técnicas, del lenguaje y de las nuevas formas de organización social.

El mundo de las imágenes

La palabra “imagen” es falsamente evidente. A primera vista, la imagen es un dibujo, una pintura, una foto, un film, etc. Es decir, la representación gráfica de un ser real o ficticio sobre una superficie plana: muro, papel o pantalla. Pero indudablemente hay que integrar en el mundo de las imágenes las representaciones en tres dimensiones, como la de una escultura por ejemplo, o la de un maniquí en una vidriera que es también una imagen. No debemos excluir de este mundo los planos, cartas geográficas, esquemas como los que sirven para montar un mueble.

La palabra “imagen” sirve también para designar la “imagen de sí mismo” o la “imagen de marca”, que corresponde a nuestra apariencia visual (vestimenta) y que integra los accesorios (joyas, tatuajes, coche…) que sirven para ponerse en escena y participan de nuestra reputación. En este sentido amplio de la “imagen pública” se pueden integrar informaciones escritas como un curriculum vitae u orales tales como un rumor.

La palabra “imagen” se utiliza respecto a ciertas expresiones lingüísticas, para designar metáforas: “mi tesoro”, “mi rayo de sol”, etc. Finalmente la palabra “imagen” nos reenvía hacia las imágenes mentales, estas representaciones internas donde se mezclan los sueños, los recuerdos, los fantasmas, las alucinaciones y toda forma de proyección mental que conforma nuestro “film interior”.

Los cuatro campos posibles de la potencia de la imaginación (Godelier)

1. Nos permite representar “realidades” que no existen más, o que no existen, o existen en otro lugar, o que quizás existan, o no existan jamás.
2. Nos permite representarnos hechos, situaciones, personajes de los cuales jamás fuimos testigos y que otros nos han reportado vecinos, parientes, periodistas, profesores, etc. Y nosotros hacemos lo mismo con otros. Entonces ¿cuál es el crédito que podemos darle a estos relatos? ¿Qué parte de verdad?
3. Nos lleva hacia “lo que está/hay por detrás”.
4. Los hechos, las palabras, los actos nos llevan a sospechar que detrás de las apariencias, existiría “otra cosa” que sería la razón desconocida y la explicación de lo que es aparente, visible, conocido.
5. Permite, cuando las circunstancias lo exigen o el contexto lo hace posible, pensar o actuar de manera diferente, buscar otros caminos alternativos para llegar a un objetivo determinado.

La realidad o todo lo que existe verdaderamente es un producto de la unión indisoluble de los componentes materiales e “ideados” (en francés un neologismo “ideel”: lo real intelectual, mental; conceptos, ideas, realidades intelectuales, facultades morales, leyes) que en grados diferentes producen relaciones entre los hombres y los hombres y la naturaleza.

Una definición amplia de la imaginación

La imaginación puede ser definida como la capacidad de construir imágenes pero que también fabrican sentido. Está en el corazón del proceso de representación que desemboca en el conocimiento de las cosas. En este proceso la asociación de imágenes juega un rol esencial: es la facultad de conectar cosas sin ninguna relación aparente entre ellas, que permite la construcción del sentido. Es una facultad creadora que permite poder anticipar, prefigurar, ver sin ver.

Sin anticipación, por lo tanto sin imaginación que permita elevarse por encima de lo real, no hay conocimiento posible. La imaginación verticaliza la conciencia y eleva el alma.

En el comienzo estaba la imagen mental

Desde la Biblia se pensó que en los comienzos fue el Verbo el origen de la creación y lo que hace humano al hombre.
Desde los años 2000, la antropología cognitiva afirma que la imaginación sería el factor clave de la humanización proponiendo la teoría del “animal imaginativo”, y afirmando que las imágenes mentales son la fuente común del lenguaje, de las capacidades técnicas, del arte, pero también de las nuevas formas de vivir en sociedad fundamentadas en proyectos comunes. Lo que nos lleva a pensar que en el comienzo estaba la imagen mental.

Jean Paul Sartre en los años 30 demuestra que nuestras “imágenes mentales” no están dentro del pensamiento sino de un lado al otro del pensamiento. Después de haber demostrado que imaginar es una función que se puede describir como una estructura constitutiva de la esencia de la conciencia, concluye que la imaginación es la conciencia en su totalidad visto que es ella que realiza su propia libertad y se revela a la vez como constitución y destrucción del mundo.

Todos hemos experimentado esta teoría intuitivamente. Representémonos durante unos instantes la imagen de la torre Eiffel o de un personaje o monumento preferido. Nada más sencillo; rápidamente estaremos visualizando la imagen convocada en pensamiento. Sin embargo, ninguno de los objetos o personajes estaba presente para servirnos de modelo; fue suficiente convocarlos con el pensamiento. Estas representaciones separadas de toda percepción directa, son la que llamamos “imágenes mentales”.

La imaginación en sentido amplio puede ser definida como “la capacidad de crear imágenes en el cerebro independientemente (separada) de todo estimulo perceptivo”.

Las imágenes mentales son el soporte de recuerdos conscientes; pueden también estar solicitadas para anticipar y también expresar escenarios, hipótesis y acciones virtuales que nos sirven para planificar actividades o resolver problemas teóricos o prácticos.

En la tradición occidental, la imaginación creativa fue considerada como un polo opuesto a la razón. Hoy esta separación no tiene lugar; los filósofos de la ciencia rehabilitan la imaginación como una herramienta del saber, necesaria a la creación de las teorías científicas. Los psicólogos de la infancia demuestran que la imaginación es también una manera de explorar la realidad y no de huir de ella. La imaginación y las experiencias de pensamiento (razón), sirven para concebir planes de acción y resolver problemas.

Relación entre el pensamiento y el lenguaje

Si como se creyó, el lenguaje era el fundamento del pensamiento, las personas afásicas deberían sufrir una disminución de sus capacidades intelectuales. Sin embargo, las observaciones demuestran lo contrario: la mayoría de las personas afásicas son capaces de anticipar, de razonar y de emprender actividades cognitivas complejas, como jugar al ajedrez. Estas capacidades cognitivas reposan sobre la movilización de imágenes mentales disociadas (desvinculadas) del lenguaje. Todo parece indicar que la imagen mental precede al verbo.

La inteligencia técnica no puede prescindir de las imágenes mentales. Todos los objetos que nos rodean han sido concebidos mentalmente antes de existir concretamente. Ya era el caso en los tiempos del Homo erectus: la fabricación de los bifaces presupone actuar teniendo presente la forma del objeto antes de realizarlo. La idea preexiste al objeto.

La creación artística presupone también la movilización de imágenes mentales. Las representaciones de animales en las paredes de las cavernas no son aparentes copias de la realidad. Los artistas que las pintaron en el fondo de una caverna las realizaron a partir de sus recuerdos, componiendo una escena que no es una foto de la realidad, sino una reconstrucción mental. El artista prehistórico no pintó lo que veía, sino lo que sabía.

Las culturas humanas suponen la existencia de representaciones mentales como los grandes ideales colectivos, a los que se suman otras imágenes mentales, como el trabajo en grupo, que supone fijarse finalidades, intenciones, metas comunes y conocimientos compartidos; los intercambios y transacciones suponen promesas y amenazas; toda vida comunitaria necesita reglas y normas, prescripciones y prohibiciones que reposan sobre escenarios imaginarios (“tu no robaras”, “tu no harás adulterio”). Los individuos regulan sus conductas a través de roles e identidades sociales (modelo masculino o femenino, modelo profesional, etc.) que son imágenes estereotipadas. Para legitimar un poder, que mejor que invocar espíritus invisibles: divinidades, ancestros, promesas o amenazas.

Otro argumento de naturaleza neurobiológica, confirma la teoría del “animal imaginativo”. Reposa sobre la existencia en el cerebro humano de un área cerebral especialmente consagrada a la imaginación creativa: el córtex pre frontal. Es esta área, situada justo detrás de la frente, la que diferencia más el cerebro humano de los otros primates. El córtex pre frontal está en conexión con todas las otras áreas cerebrales: el área occipital, especializada en la visión; el área parietal, encargada de la motricidad; el sistema límbico, sede de las emociones; el hipocampo, sede de la memoria, etc. El córtex pre frontal actúa como un coordinador general, responsable de las actividades más complejas y creativas.

La formación de la noosfera

La noosfera según el pensamiento de Vladimir Vernadsky y Pierre Teilhard de Chardin, designa la “esfera del pensamiento humano”. La palabra deriva del griego “noüs”, espíritu y “sphaira” esfera. Es el conjunto de seres vivos dotados de inteligencia. El diccionario de la Real Academia Española lo define como el «conjunto de los seres inteligentes en relación con el medio en que viven».

La imaginación, en el sentido más general de creación de imágenes mentales, es por lo tanto la base de multitud de aptitudes derivadas, específicamente humanas: el lenguaje, el arte, las técnicas y las representaciones colectivas. La imaginación proporciona, bien las imágenes mentales que hacen posible la formación de un mundo de ideas, bien la “noosfera” que incluye entre ellas las religiones, con sus espíritus invisibles; las ideologías y sus valores; las ciencias con sus modelos abstractos.

La producción de imágenes mentales es la fuente de nuestros pensamientos íntimos. Esta producción mental que William James llamó el “flujo de la conciencia”, es ese film interior que funciona permanentemente del día a la noche, bajo la forma de pensamientos interiores, ensoñaciones o sueños.

No se puede oponer lo real a lo imaginario, a lo simbólico. Todo lo que es pensado, fabricado y actuado por los seres humanos no puede ser pensado sin soporte simbólico. Lo simbólico se encuentra en todo lo que es pensado, producido y actuado. Todo lo que es pensado es imaginado, pero todo lo imaginado no es imaginario. Lo imaginado puede ser una realidad virtual o irreal, como los juegos, o real transformado en realidades sociales, materiales o simbólicas.

La imaginación ha metamorfoseado a la especie humana. Aunque no sabemos científicamente cómo se ha producido, es ella que lanzó una trayectoria inédita respecto de las otras especies de primates. Gracias a la potencia imaginativa, los seres humanos se pusieron a anticipar, a crear, a hablar e inventar nuevas formas de vida en sociedad.

Las imágenes gráficas, dibujos, pinturas, esculturas, no son más que una de las manifestaciones entre otras imágenes mentales: dieron nacimiento a las palabras, a las herramientas, a los saberes compartidos, a las divinidades y seres invisibles, a los ideales y proyectos comunes.

Bibliografía

Jean-François Dortier. L’homme cet étrange animal. Aux origines du langage, de la culture et de la pensée, 2004, Ed. Sciences Humanes, 2012.
Peter Gärdenfors. Comment Homo est devenu sapiens. Sur l’évolution de la pensée, Ed. Sciences Humaines, 2007.
Maurice Godelier. L’imaginé, l’imaginaire et le symbolique, Ed. CNRS Paris, 2015.
Jean Paul Sartre. Dans l’imagination, Ed. Poche, PUF, 2012.
Mark Turner. The Literary Mind, Oxford, University Press, 1996.[:es]Una nueva teoría para explicar cómo nace el espíritu según la antropología cognitiva

Fernando Schwarz (Director Internacional Instituto Hermes)

La cultura motor de la evolución

Desde los años 80 nacen teorías sobre la co-evolución naturaleza/cultura. Estos modelos suponen que la aparición de las aptitudes humanas (el lenguaje, la inteligencia social, la técnica) surgen de una dinámica de interacción entre el cerebro y su entorno cultural. Dicho de otra manera, no es la selección natural y la adaptación a las dificultades del entorno que favorecen el aumento de las capacidades cerebrales, sino una evolución progresiva del cerebro en función de un entorno social cada vez más complejo que el ser humano contribuye a crear. A partir de este modelo, se puede concebir la existencia de una selección social, o selección cultural, que se agrega o contraría el mecanismo darwiniano de la selección natural.

En estos modelos de co-evolución, la especie evoluciona no para adaptarse al entorno natural sino en función del entorno artificial creado por la especie misma.

Desde los años 2000 estas nuevas explicaciones sobre el origen del espíritu humano se sintetizan en dos teorías que podemos considerar adversas o complementarias: el cerebro social y el cerebro imaginativo.

El cerebro social

Según el primatólogo y antropólogo ingles Robin Dunbar, la inteligencia nace del número y de la riqueza de las interacciones sociales. Pero esta teoría presenta varias objeciones; en el mundo animal, la talla de los grupos no es siempre proporcional a la riqueza de relaciones que se entablan (como es el caso de los chimpancés y los hombres). Los lobos y chacales forman manadas de talla pequeña pero con relaciones sociales muy ricas y complejas, superiores a los de los chimpancés.

Michael Tomasello propone una variante a la teoría del cerebro social. Sus investigaciones se basan en las capacidades comunicativas de los bebés y los grandes simios. Hasta los diez meses, los chimpancés y los humanos no difieren en su desarrollo cognitivo. Pero al año, los bebés comienzan a comunicar activamente con los otros buscando atraer su atención, señalando por ejemplo con un dedo lo que les interesa.

Tomasello califica esta capacidad de “atención conjunta”. Este sería un elemento clave que permite a los humanos comunicar, pero también cooperar, trabajar juntos; para ello hay que tener una finalidad común. Esto distingue a los humanos de los chimpancés.

El segundo factor que juega un rol esencial en la aparición de las culturas humanas es la imitación. Atención conjunta e imitación son, según Tomasello, los dos pilares de una cultura acumulativa, que es la base de la cultura humana.

Otros primatólogos, como Christophe Boech, piensan que los chimpancés también poseen la atención compartida. Pero en todo caso, los dos pilares parecen importantes para la conformación de una cultura humana.

La teoría del cerebro imaginativo

Surge como una alternativa a la teoría del cerebro social. Si los seres humanos han podido desplegar sus capacidades culturales en tantos dominios -el lenguaje, las técnicas, el arte y todas las obras creativas- sería porque todas surgen de una capacidad común: la imaginación.

La imaginación debe ser entendida de manera amplia. Ella tiene la capacidad general de producir imágenes mentales, es decir, representaciones diferidas de la realidad. Los recuerdos, las anticipaciones, los pensamientos interiores son imágenes mentales.

Es el psicólogo australiano Thomas Suddendorf quien lanzó esta teoría. Se hizo conocer por sus trabajos con Michael Corballis sobre el “mental travel”. El viaje mental en el tiempo es una capacidad propiamente humana de proyectarse mentalmente en el pasado o en el futuro.

Es lo que hacemos corrientemente durante una jornada cuando dejamos una acción para pensar en el futuro con el objeto de organizarnos o proyectarnos, o cuando rememoramos un recuerdo. Ellos demostraron que la memoria y la anticipación están vinculadas. Utilizamos bloques de recuerdos para construir escenarios de futuro. Inversamente nos sucede ver el “futuro anterior”: es el caso de los remordimientos y disculpas.

Los estudios confirman que la activación de los recuerdos y de las proyecciones hacia el futuro utilizan las mismas regiones cerebrales. Fundamentalmente el córtex prefrontal, conocido por su rol en las actividades mentales de planificación.

La brecha que separa a los humanos de los animales se observa en seis dominios particulares: el lenguaje, la anticipación (mental time travel), la inteligencia, la cultura, la moral y la teoría del espíritu (la capacidad de leer en los pensamientos del otro). La imaginación seria el punto común que vincula estas posibilidades entre ellas. Es relacionando estas capacidades entre ellas como se construirían las culturas humanas.

La imaginación y el mundo de las ideas

Según Peter Gardenfors, profesor de ciencias cognitivas, la línea humana se separó de las otras líneas de primates desplegando una capacidad singular: la de producir “representaciones separadas” fundamentadas en el surgimiento de la imaginación como “máquina de ideas”.

La tesis del cerebro imaginativo puede resumirse de la manera siguiente: la raíz de las múltiples aptitudes humanas provendría de un mecanismo cognitivo único, la aptitud a forjar “representaciones separadas”, que comúnmente son llamadas las imágenes mentales, que podríamos simplemente designar como “ideas”.

Ciertos animales, como el elefante, poseen esta capacidad de representarse provisoriamente un objeto en su ausencia, pero esta capacidad queda confinada en límites estrechos en su caso. Nada señala durante las actividades cotidianas de los vertebrados superiores inteligentes, de los pájaros a los primates, la existencia en ellos de producir proyectos variados y a largo plazo. En cambio los humanos desde la infancia expresan una extraordinaria creatividad que se expresa en el lenguaje y las historias verdaderas o falsas que les encantan escuchar o inventar, sin hablar de los dibujos, etc.

Los proyectos virtuales nacidos de la imaginación no están destinados a abstraerse de la realidad. Al contrario contribuyen a actuar sobre la realidad, innovar y resolver problemas.

Lo atractivo de esta teoría -que todavía no está totalmente fundamentada- es que se puede aplicar a una serie de fenómenos del espíritu humano: el lenguaje, el arte, la técnica, la religión, la moral y las anticipaciones que están todas basadas en imágenes mentales. Y también puede ser compatible con las últimas investigaciones de la neurobiología, como el rol del lóbulo frontal como centro piloto de las operaciones mentales complejas, con los descubrimientos arqueológicos sobre la evolución combinada de las técnicas, del lenguaje y de las nuevas formas de organización social.

El mundo de las imágenes

La palabra “imagen” es falsamente evidente. A primera vista, la imagen es un dibujo, una pintura, una foto, un film, etc. Es decir, la representación gráfica de un ser real o ficticio sobre una superficie plana: muro, papel o pantalla. Pero indudablemente hay que integrar en el mundo de las imágenes las representaciones en tres dimensiones, como la de una escultura por ejemplo, o la de un maniquí en una vidriera que es también una imagen. No debemos excluir de este mundo los planos, cartas geográficas, esquemas como los que sirven para montar un mueble.

La palabra “imagen” sirve también para designar la “imagen de sí mismo” o la “imagen de marca”, que corresponde a nuestra apariencia visual (vestimenta) y que integra los accesorios (joyas, tatuajes, coche…) que sirven para ponerse en escena y participan de nuestra reputación. En este sentido amplio de la “imagen pública” se pueden integrar informaciones escritas como un curriculum vitae u orales tales como un rumor.

La palabra “imagen” se utiliza respecto a ciertas expresiones lingüísticas, para designar metáforas: “mi tesoro”, “mi rayo de sol”, etc. Finalmente la palabra “imagen” nos reenvía hacia las imágenes mentales, estas representaciones internas donde se mezclan los sueños, los recuerdos, los fantasmas, las alucinaciones y toda forma de proyección mental que conforma nuestro “film interior”.

Los cuatro campos posibles de la potencia de la imaginación (Godelier)

1. Nos permite representar “realidades” que no existen más, o que no existen, o existen en otro lugar, o que quizás existan, o no existan jamás.
2. Nos permite representarnos hechos, situaciones, personajes de los cuales jamás fuimos testigos y que otros nos han reportado vecinos, parientes, periodistas, profesores, etc. Y nosotros hacemos lo mismo con otros. Entonces ¿cuál es el crédito que podemos darle a estos relatos? ¿Qué parte de verdad?
3. Nos lleva hacia “lo que está/hay por detrás”.
4. Los hechos, las palabras, los actos nos llevan a sospechar que detrás de las apariencias, existiría “otra cosa” que sería la razón desconocida y la explicación de lo que es aparente, visible, conocido.
5. Permite, cuando las circunstancias lo exigen o el contexto lo hace posible, pensar o actuar de manera diferente, buscar otros caminos alternativos para llegar a un objetivo determinado.

La realidad o todo lo que existe verdaderamente es un producto de la unión indisoluble de los componentes materiales e “ideados” (en francés un neologismo “ideel”: lo real intelectual, mental; conceptos, ideas, realidades intelectuales, facultades morales, leyes) que en grados diferentes producen relaciones entre los hombres y los hombres y la naturaleza.

Una definición amplia de la imaginación

La imaginación puede ser definida como la capacidad de construir imágenes pero que también fabrican sentido. Está en el corazón del proceso de representación que desemboca en el conocimiento de las cosas. En este proceso la asociación de imágenes juega un rol esencial: es la facultad de conectar cosas sin ninguna relación aparente entre ellas, que permite la construcción del sentido. Es una facultad creadora que permite poder anticipar, prefigurar, ver sin ver.

Sin anticipación, por lo tanto sin imaginación que permita elevarse por encima de lo real, no hay conocimiento posible. La imaginación verticaliza la conciencia y eleva el alma.

En el comienzo estaba la imagen mental

Desde la Biblia se pensó que en los comienzos fue el Verbo el origen de la creación y lo que hace humano al hombre.
Desde los años 2000, la antropología cognitiva afirma que la imaginación sería el factor clave de la humanización proponiendo la teoría del “animal imaginativo”, y afirmando que las imágenes mentales son la fuente común del lenguaje, de las capacidades técnicas, del arte, pero también de las nuevas formas de vivir en sociedad fundamentadas en proyectos comunes. Lo que nos lleva a pensar que en el comienzo estaba la imagen mental.

Jean Paul Sartre en los años 30 demuestra que nuestras “imágenes mentales” no están dentro del pensamiento sino de un lado al otro del pensamiento. Después de haber demostrado que imaginar es una función que se puede describir como una estructura constitutiva de la esencia de la conciencia, concluye que la imaginación es la conciencia en su totalidad visto que es ella que realiza su propia libertad y se revela a la vez como constitución y destrucción del mundo.

Todos hemos experimentado esta teoría intuitivamente. Representémonos durante unos instantes la imagen de la torre Eiffel o de un personaje o monumento preferido. Nada más sencillo; rápidamente estaremos visualizando la imagen convocada en pensamiento. Sin embargo, ninguno de los objetos o personajes estaba presente para servirnos de modelo; fue suficiente convocarlos con el pensamiento. Estas representaciones separadas de toda percepción directa, son la que llamamos “imágenes mentales”.

La imaginación en sentido amplio puede ser definida como “la capacidad de crear imágenes en el cerebro independientemente (separada) de todo estimulo perceptivo”.

Las imágenes mentales son el soporte de recuerdos conscientes; pueden también estar solicitadas para anticipar y también expresar escenarios, hipótesis y acciones virtuales que nos sirven para planificar actividades o resolver problemas teóricos o prácticos.

En la tradición occidental, la imaginación creativa fue considerada como un polo opuesto a la razón. Hoy esta separación no tiene lugar; los filósofos de la ciencia rehabilitan la imaginación como una herramienta del saber, necesaria a la creación de las teorías científicas. Los psicólogos de la infancia demuestran que la imaginación es también una manera de explorar la realidad y no de huir de ella. La imaginación y las experiencias de pensamiento (razón), sirven para concebir planes de acción y resolver problemas.

Relación entre el pensamiento y el lenguaje

Si como se creyó, el lenguaje era el fundamento del pensamiento, las personas afásicas deberían sufrir una disminución de sus capacidades intelectuales. Sin embargo, las observaciones demuestran lo contrario: la mayoría de las personas afásicas son capaces de anticipar, de razonar y de emprender actividades cognitivas complejas, como jugar al ajedrez. Estas capacidades cognitivas reposan sobre la movilización de imágenes mentales disociadas (desvinculadas) del lenguaje. Todo parece indicar que la imagen mental precede al verbo.

La inteligencia técnica no puede prescindir de las imágenes mentales. Todos los objetos que nos rodean han sido concebidos mentalmente antes de existir concretamente. Ya era el caso en los tiempos del Homo erectus: la fabricación de los bifaces presupone actuar teniendo presente la forma del objeto antes de realizarlo. La idea preexiste al objeto.

La creación artística presupone también la movilización de imágenes mentales. Las representaciones de animales en las paredes de las cavernas no son aparentes copias de la realidad. Los artistas que las pintaron en el fondo de una caverna las realizaron a partir de sus recuerdos, componiendo una escena que no es una foto de la realidad, sino una reconstrucción mental. El artista prehistórico no pintó lo que veía, sino lo que sabía.

Las culturas humanas suponen la existencia de representaciones mentales como los grandes ideales colectivos, a los que se suman otras imágenes mentales, como el trabajo en grupo, que supone fijarse finalidades, intenciones, metas comunes y conocimientos compartidos; los intercambios y transacciones suponen promesas y amenazas; toda vida comunitaria necesita reglas y normas, prescripciones y prohibiciones que reposan sobre escenarios imaginarios (“tu no robaras”, “tu no harás adulterio”). Los individuos regulan sus conductas a través de roles e identidades sociales (modelo masculino o femenino, modelo profesional, etc.) que son imágenes estereotipadas. Para legitimar un poder, que mejor que invocar espíritus invisibles: divinidades, ancestros, promesas o amenazas.

Otro argumento de naturaleza neurobiológica, confirma la teoría del “animal imaginativo”. Reposa sobre la existencia en el cerebro humano de un área cerebral especialmente consagrada a la imaginación creativa: el córtex pre frontal. Es esta área, situada justo detrás de la frente, la que diferencia más el cerebro humano de los otros primates. El córtex pre frontal está en conexión con todas las otras áreas cerebrales: el área occipital, especializada en la visión; el área parietal, encargada de la motricidad; el sistema límbico, sede de las emociones; el hipocampo, sede de la memoria, etc. El córtex pre frontal actúa como un coordinador general, responsable de las actividades más complejas y creativas.

La formación de la noosfera

La noosfera según el pensamiento de Vladimir Vernadsky y Pierre Teilhard de Chardin, designa la “esfera del pensamiento humano”. La palabra deriva del griego “noüs”, espíritu y “sphaira” esfera. Es el conjunto de seres vivos dotados de inteligencia. El diccionario de la Real Academia Española lo define como el «conjunto de los seres inteligentes en relación con el medio en que viven».

La imaginación, en el sentido más general de creación de imágenes mentales, es por lo tanto la base de multitud de aptitudes derivadas, específicamente humanas: el lenguaje, el arte, las técnicas y las representaciones colectivas. La imaginación proporciona, bien las imágenes mentales que hacen posible la formación de un mundo de ideas, bien la “noosfera” que incluye entre ellas las religiones, con sus espíritus invisibles; las ideologías y sus valores; las ciencias con sus modelos abstractos.

La producción de imágenes mentales es la fuente de nuestros pensamientos íntimos. Esta producción mental que William James llamó el “flujo de la conciencia”, es ese film interior que funciona permanentemente del día a la noche, bajo la forma de pensamientos interiores, ensoñaciones o sueños.

No se puede oponer lo real a lo imaginario, a lo simbólico. Todo lo que es pensado, fabricado y actuado por los seres humanos no puede ser pensado sin soporte simbólico. Lo simbólico se encuentra en todo lo que es pensado, producido y actuado. Todo lo que es pensado es imaginado, pero todo lo imaginado no es imaginario. Lo imaginado puede ser una realidad virtual o irreal, como los juegos, o real transformado en realidades sociales, materiales o simbólicas.

La imaginación ha metamorfoseado a la especie humana. Aunque no sabemos científicamente cómo se ha producido, es ella que lanzó una trayectoria inédita respecto de las otras especies de primates. Gracias a la potencia imaginativa, los seres humanos se pusieron a anticipar, a crear, a hablar e inventar nuevas formas de vida en sociedad.

Las imágenes gráficas, dibujos, pinturas, esculturas, no son más que una de las manifestaciones entre otras imágenes mentales: dieron nacimiento a las palabras, a las herramientas, a los saberes compartidos, a las divinidades y seres invisibles, a los ideales y proyectos comunes.

Bibliografía

Jean-François Dortier. L’homme cet étrange animal. Aux origines du langage, de la culture et de la pensée, 2004, Ed. Sciences Humanes, 2012.
Peter Gärdenfors. Comment Homo est devenu sapiens. Sur l’évolution de la pensée, Ed. Sciences Humaines, 2007.
Maurice Godelier. L’imaginé, l’imaginaire et le symbolique, Ed. CNRS Paris, 2015.
Jean Paul Sartre. Dans l’imagination, Ed. Poche, PUF, 2012.
Mark Turner. The Literary Mind, Oxford, University Press, 1996.[:en]A new theory to explain how the spirit borns according to cognitive antropology

Fernando Schwarz (Director Internacional Instituto Hermes)

Culture as engine of evolution.

Since the 80`s theories about the coevolution of nature/culture have borned.

These models assume that the emergence of human skills (language, social intelligence, technique) arise from a dynamic interaction between the brain and its cultural environment. In other words, it is not natural selection and adaptation to the difficulties of the environment that favor the increase of brain capacities, but a progressive evolution of the brain based on an increasingly complex social environment that human beings contribute to create. Based on this model, one can conceive the existence of a social selection, or cultural selection, which adds up or contradicts the Darwinian mechanism of natural selection.

In these coevolution models, the species evolve not to adapt to the natural environment but to do it accordingly to the artificial environment created by the species itself. Since the 2000s, these new explanations about the origin of the human spirit are synthesized in two theories that we can consider adverse or complementary: the social brain and the imaginative brain.

The social brain

According to the English primatologist and anthropologist Robin Dunbar, intelligence stems from the number and richness of social interactions. But this theory presents several objections; in the animal world, the size of the groups is not always proportional to the richness of relationships that are established (as is the case with chimpanzees and men). Wolves and jackals form herds of small stature but with very rich and complex social relationships, superior to those of chimpanzees.

Michael Tomasello proposes a variant to the social brain theory. His research is based on the communicative abilities of babies and great apes. Up to the ten months, chimpanzees and humans do not differ in their cognitive development. But a year later, babies begin to actively communicate with others seeking to attract their attention, pointing for example with a finger what interests them. Tomasello describes this ability as “joint attention.” This would be a key element that allows humans to communicate, but also to cooperate, work together, for this we have to have a common purpose. This distinguishes humans from chimpanzees.

The second factor that plays an essential role in the emergence of human cultures is imitation.

Joint attention and imitation are, according to Tomasello, the two pillars of a cumulative culture that is the basis of human culture.

Other primatologists like Christophe Boech think that chimps also have shared attention. But in any case, the two pillars seem important for the conformation of a human culture.

The imaginative brain theory

It arises as an alternative to social brain theory. If human beings have been able to display their cultural capacities in so many domains – language, techniques, art and all creative works – it would be because they all arise from a common capability/power: imagination.

Imagination must be broadly understood: she has the general capacity to produce mental images, that is, deferred representations of reality. Memories, anticipations, inner thoughts are mental images.

It is the Australian psychologist Thomas Suddendorf who launched this theory. He made himself known for his work with Michael Corballis on mental travel. The mental journey in time is a properly human capacity to project oneself mentally in the past or in the future. This is what we usually do during a day when we leave an action to think about the future in order to organize or project ourselves or when we remember a memory. They showed that memory and anticipation are linked. We use blocks of memories to build future scenarios. Conversely, we happen to see the “previous future”: it is the case of regrets and apologies.

Studies confirm that the activation of memories and future projections use the same brain regions. Fundamentally the prefrontal cortex, known for its role in mental planning activities.

The gap that separates humans from animals is observed in six particular domains: language, anticipation (mental time travel), intelligence, culture, morals and the theory of spirit (the ability to read in the thoughts of the other). Imagination would be the common point that links these possibilities between them. It is by relating these capabilities to each other that human cultures would be built.

The imagination and the world of ideas

According to Peter Gardenfors, professor of cognitive sciences, the human line separated from the other primate lines displaying a unique ability: to produce “separate representations” based on the emergence of the imagination as an “idea machine.”

The thesis of the imaginative brain can be summarized as follows: the root of multiple human aptitudes would come from a single cognitive mechanism, the ability to forge “separate representations” that are commonly called mental images that we could simply designate as “ideas.”

Certain animals, such as the elephant, possess this ability to temporarily represent an object in

their absence, but this capacity is confined to narrow limits where appropriate. Nothing indicates during the daily activities of intelligent upper vertebrates, from birds to primates, the existence in them of producing varied and long-term projects. On the other hand, humans since childhood express an extraordinary creativity that is expressed in the language and true or false stories that they love to hear or invent, without talking about the drawings, etc.

Virtual projects born of imagination are not meant to be abstracted from reality. On the contrary they contribute to act on reality, innovate and solve problems.

The appeal of this theory that is not yet fully grounded, is that it can be applied to a series of phenomena of the human spirit: language, art, technique, religion, morals, anticipations that are all based on mental images. And it can also be compatible with the latest research in neurobiology, such as the role of the frontal lobe as a pilot center of complex mental operations, with archaeological discoveries about the combined evolution of techniques, language and new forms of social organization.

The world of images

The word “image” is falsely evident. At first glance, the image is a drawing, a painting, a photo, a film, etc. That is, the graphic representation of a real or fictional being on a flat surface: wall, paper or screen.

But undoubtedly it must integrate into the world of images, representations in three dimensions, such as that of a sculpture for example or that of a dummy in a stained glass window that is also an image.

We should not exclude from this world the plans, geographical charts, schemes such as those used to assemble a piece of furniture.

The word “image” also serves to designate the “self image” or the “brand image”, which corresponds to our visual appearance (clothing) and that integrates the accessories (jewelry, tattoos, car…) that are used to put on stage and participate in our reputation. In this broad sense of the “public image”, written information such as a curriculum vitae or oral information such as a rumor can be integrated.

The word “image” is used with respect to certain linguistic expressions, to designate metaphors: “my treasure”, “my sunbeam”…

Finally the word “image” forwards us to mental images, these internal representations where dreams, memories, ghosts, hallucinations and all forms of mental projection that make up our “inner film” are mixed.

The four possible fields of the power of imagination (Godelier)

1- It allows us to represent “realities” that no longer exist, or that do not exist, or exist elsewhere, or that perhaps exist, or never exist…

2- It allows us to represent facts, situations, characters of which we were never witnesses and that others have reported to us: neighbors, relatives, journalists, teachers, etc. And we do the same with others. So what is the credit we can give to these stories? What part of truth?

3- It takes us towards “what is / is behind”. The facts, the words, the acts lead us to suspect that behind appearances, there would be “something else” that would be the unknown reason and the explanation of what is apparent, visible, known.

4 – It allows, when circumstances demand it or the context makes it possible, to think or act differently, to look for other alternative ways to reach a certain objective.

Reality or all that really exists is a product of the indissoluble union of the material and “devised” components (in French a neologism an “ideel”: the real intellectual, mental; concepts, ideas, intellectual realities, moral faculties, laws) that in different degrees produce relations between men and men and nature.

A broad definition of the imagination

Imagination can be defined as the ability to build images but that they also make sense. It is at the heart of the representation process that leads to the knowledge of things.

In this process the association of images plays an essential role: it is the power to connect things without any apparent relationship between them, which allows the construction of meaning.

It is a creative faculty that allows you to anticipate, foreshadow, see without seeing.

Without anticipation, therefore without imagination that allows to rise above the real, there is no possible knowledge. Imagination verticalizes consciousness and elevates the soul.

In the beginning was the mental image

From the Bible it was thought that in the beginning the Verb was the origin of creation and what makes man human.

Since the 2000s, cognitive anthropology affirms that imagination would be the key factor of humanization by proposing the theory of “imaginative animal” and affirming that mental images are the common source of language, of technical abilities, of art, but also of the new ways of living in society based on common projects. Which leads us to think that in the beginning was the mental image.

Jean Paul Sartre in the 1930s demonstrates that our “mental images” are not within thought but from one side to another of thought. After having demonstrated that imagining is a function that can be described as a constitutive structure of the essence of consciousness, it concludes that imagination is consciousness in its entirety since it is it that realizes its own freedom and reveals itself as constitution and destruction of the world.

We have all experienced this theory intuitively. Let us represent for a moment the image of the Eiffel tower or a favorite character or monument. Nothing simpler, we will quickly be visualizing the image convened in thought. However, none of the objects or characters were present to serve as a model, it was enough to summon them with the thought. These separate representations of all direct perception are what we call “mental images.”

The imagination in a broad sense can be defined as “the ability to create images in the brain independently (separate) from all perceptual stimuli.”

Mental images are the support of conscious memories, they can also be requested to anticipate and also express scenarios, hypotheses and virtual actions that help us plan activities or solve theoretical or practical problems.

In Western tradition, creative imagination was considered a pole opposite to reason. Today this separation does not take place; the philosophers of science rehabilitate the imagination as a tool of knowledge, necessary to the creation of scientific theories. Childhood psychologists show that imagination is also a way to explore reality and not run away from it. Imagination and thinking experiences (reason), serve to conceive action plans and solve problems.

Relationship between thought and language

If, as it was believed, language was the foundation of thought, aphasic people should suffer a decrease in their intellectual abilities. However, the observations show the opposite: most aphasic people are able to anticipate reason and undertake complex cognitive activities such as playing chess. These cognitive abilities rest on the mobilization of mental images, dissociated (unlinked) from language. Everything seems to indicate that the mental image precedes the verb.

Technical intelligence cannot do without mental images. All the objects that surround us have been mentally conceived before they exist specifically. It was already the case at the time of Homo erectus: the manufacture of the bifaces presupposes acting taking into account the shape of the object before carrying it out. The idea preexists the object.

Artistic creation also presupposes the mobilization of mental images. The representations of animals in the walls of the caverns are not apparent copies of reality. The artists who painted them at the bottom of a cave made them from their memories, composing a scene that is not a picture of reality but a mental reconstruction. The prehistoric artist did not paint what he saw but what he knew.

Human cultures assume the existence of mental representations such as the great collective ideals, to which other mental images are added, such as group work that involves setting goals, intentions, common goals and shared knowledge; Exchanges and transactions involve promises and threats; Every community life needs rules and norms, prescriptions and prohibitions that rest on imaginary scenarios (“you will not steal”, “you will not make adultery”). Individuals regulate their behaviors through social roles and identities (male or female model, professional model, etc.) that are stereotyped images. To legitimize a power, what better than to invoke invisible spirits: divinities, ancestors, promises or threats.

Another argument, of a neurobiological nature, confirms the “imaginative animal” theory. It rests on the existence in the human brain of a brain area especially dedicated to the creative imagination: the pre frontal cortex. It is this area, located just behind the forehead that differentiates the human brain from the other primates. The pre frontal cortex is in connection with all other brain areas: the occipital area specialized in vision, the parietal area, responsible for motor skills, the limbic system, seat of emotions, the hippocampus, memory headquarters, etc. The pre frontal cortex acts as a general coordinator, responsible for the most complex and creative activities.

The formation of the noosphere

The noosphere according to the thought of Vladimir Vernadsky and Pierre Teilhard de Chardin, designates the “sphere of human thought”. The word derives from the Greek “noüs”, spirit and “sphaira” sphere. It is the set of living beings endowed with intelligence. The dictionary of the Royal Spanish Academy defines it as the “set of intelligent beings in relation to the environment in which they live.”

Imagination, in the most general sense of creating mental images, is therefore the basis of a multitude of derived, specifically human, aptitudes: language, art, techniques and collective representations. Imagination provides either the mental images that make possible the formation of a world of ideas, or the “noosphere” that includes religions, with their invisible spirits, ideologies and their values, science with its abstract models.

The production of mental images is the source of our intimate thoughts. This mental production that William James called the “flow of consciousness” is that inner film/movie that works permanently from day to night, in the form of inner thoughts, dreams or dreams.

You cannot oppose the real to the imaginary, to the symbolic. Everything that is thought, manufactured and acted by human beings cannot be thought without symbolic support. The symbolic is found in everything that is thought, produced and acted.

Everything that is thought is imagined, but everything imagined is not imaginary. The imagined can be a virtual or unreal reality, like games, or real transformed into social, material or symbolic realities.

The imagination has metamorphosed the human species. Although we do not know scientifically how it has been produced, it is she who launched an unprecedented trajectory regarding the other primate species. Thanks to the imaginative power, human beings began to anticipate, to create, to speak and invent new ways of life in society.

Graphic images, drawings, paintings, sculptures, are only one of the manifestations among other mental images: they gave birth to words, tools, shared knowledge, divinities and invisible beings, ideals and projects common.

Bibliography

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Peter Gärdenfors, Comment Homo est devenu sapiens. Sur l’évolution de la pensée, Ed. Sciences Humaines, 2007
Maurice Godelier, L’imaginé, l’imaginaire et le symbolique, Ed. CNRS Paris, 2015
Jean Paul Sartre, Dans l’imagination, Ed. Poche, PUF, 2012
Mark Turner, The Literary Mind, Oxford, University Press, 1996[:]