El Homo Antecessor: Atapuerca

María Ángeles Fernández

La sierra de Atapuerca está situada al lado NE de la cuenca del Duero, en la Península Ibérica, a 15 km de Burgos, en el Sistema Ibérico. Está formada por rocas
calizas, con sedimentos del Mioceno, arcillas del Triásico y dolomías del Jurásico.

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Situación de Burgos en la Península Ibérica y de la Sierra de Atapuerca (en verde) respecto a Burgos

A la cueva se accede por galerías y conductos verticales, como ocurre con la Sima de los Huesos, porque es un anticlinal tumbado. El río Arlanzón ha modelado el territorio, creando valles aluviales escalonados llamados terrazas, seis de ellas en la zona de Atapuerca. Los yacimientos arqueológicos se encuentran en la Sima del Elefante, Galería y Gran Dolina, y se han excavado desde 1978.

La cronología de los restos humanos va de 200.000 a anterior a 320.000 años. En el nivel 6 (de 11) se han localizado restos fósiles humanos de más de 780.000 años, correspondientes al Pleistoceno inferior.

Ocupación

La primera ocupación humana de Atapuerca se produjo hace un millón de años, en el Pleistoceno. Hay un segundo momento, entre el Neolítico y la Edad del Bronce. Y aún una tercera, en los siglos IX – X a.C. en que la zona se empleó como línea defensiva de la reconquista cristiana frente a la invasión musulmana. Se han localizado inscripciones con fecha de 1444, algún dibujo, pero nada que haya incidido en los yacimientos. La primera noticio de ellos se remonta a 1863, con el hallazgo de restos humanos en la llamada Cueva Ciega, y en 1868 aparece la primera publicación, un tratado monográfico sobre espeleología, de una gran exactitud, pero sin la topografía de las simas. En 1972 se localizó la Cueva Mayor, intacta, un importante santuario postpaleolítico, con muestras de arte, zonas sepulcrales de inhumación y una explotación de sílex. En 1992 se recuperan en la Sima de los Huesos dos de los cráneos fósiles mejor conservados del mundo, y dos años después, en la Gran Dolina, más de un centenar de restos, de seis homínidos de más de 750.000 años, los más antiguos de Europa.

La importancia extraordinaria de la Sierra de Atapuerca radica en que representa uno de los yacimientos más importantes del mundo del mundo para el conocimiento del género Homo. Se han hallado allí tres de las especies de homínidos que habitaron Europa en el Pleistoceno: Homo antecesor, Heidelbergensis y Sapiens.

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Situación de los diferentes yacimientos sobre una foto aérea de la Trinchera del Ferrocarril: 1 Gran Dolina, 2: Galería, 3: Sima del Elefante, 4: Acceso al recinto.

En 1994 apareció una tibia fósil de homínido en Inglaterra, en el yacimiento de Boxgrove, estimada su cronología en medio millón de años, y afirmándose que no había pruebas anteriores al doblamiento de homínidos en Europa, lo que se llamó hipótesis de la cronología corta.

Sin embargo, en Vallonet y Soleihac en Francia, Monte Poggiolo en Italia, Kärlich en Alemania y Korolevo en Ucrania se obtuvieron datos de una cronología entre 700.000 y un millón de años, hallándose piezas de industria lítica del Pleistoceno entre inferior y medio; no obstante, al no haber fósiles de homínidos, prevaleció la idea de los geofactos, es decir, piedras fragmentadas de forma natural.

Hallazgos

En 1991 se halla una mandíbula humana en Dmanisi, Georgia, con fauna e industria lítica asociadas, entre 1,95 y 1,77 millones de años, con características afines al Homo ergaster: Europa pudo estar habitada hace un millón de años.

Los primeros utensilios de Atapuerca, en un nivel de más o menos 700.000 años, plantean la posibilidad de contrastarlos con el planteamiento anterior. Los primeros fósiles unidos a la industria lítica empezaban a demostrarlo. Se dataron en más de 700.000 años, comparando los roedores asociados con los de otros yacimientos europeos, En el llamado Estrato Aurora de Gran Dolina, y asociados a un conjunto de unas 200 piezas de industria lítica, se encontraron 86 restos fósiles humanos, de un mínimo de seis homínidos. Son muy importantes los 30 dientes, porque su estado de desarrollo, erupción y desgaste permite conocer las edades: dos eran adultos aunque menores de 20 años, uno tenía diez u once, otro trece o catorce y dos tres o cuatro años.

Se trata de las primeras pruebas sólidas de la presencia de seres humanos en Europa hace más de 500.000 años, adelantándose en otros tantos a los restos de la Sima de los Huesos. El yacimiento de la Gran Dolina tiene las pruebas que dejan de lado la hipótesis de la cronología corta y nos dan las bases para una nueva, la que postula alrededor del millón de años para el primer poblamiento de Europa.

Para saber cómo se formó un yacimiento recurrimos a la tafonomía, que estudia los procesos sucesivos desde la muerte del organismo hasta su fosilización y hallazgo. Durante el Pleistoceno, el entorno de la sierra de Atapuerca era un robledal y en encinar. Los animales que mueren, sus restos, forman una tanatocenosis, la mayoría se destruyen por completo, pero otros, como los que caen en simas, son también devorados por carroñeros, pero sus huesos no se esparcen y además quedan también protegidos de los efectos de la intemperie. Son enterrados por aluviones sucesivos, formando una tafocenosis. Se van fosilizando, y entonces se llama orictocenosis: éstos son los que forman el yacimiento, y a partir de ellos se reconstruye el entorno de su momento de vida. Se identifican anatómicamente sus fragmentos, y a partir de ellos se localiza la especie, la edad, etc. Es muy importante saber la época en la que existieron y se extinguieron, sobre todo si aparecen asociados a restos humanos.

Por ejemplo, el ciervo gigante aparece en Europa hace 3,5 millones de años, y varía mucho en cada periodo: su identificación dará la del sedimento. El Eucladoceros
giulii vivió en Europa desde unos 1,5 a 0,8 millones de años; puesto que hay restos suyos en Gran Dolina, ésa es la edad del nivel en que aparece.

Igual puede decirse de los restos vegetales, siendo los más abundantes los que aparecen en las egagrópilas o restos no digeribles regurgitados por rapaces y pequeños mamíferos. Sirven sobre todo para estudiar los cambios en la vegetación, y, con ella, en el clima, y con él, en el modo de vida de los humanos o humanoides. Es una cadena perfecta.

En Atapuerca, el periodo entre un millón y 800.000 años está representado en tres niveles del yacimiento de Gran Dolina; hay plantas mediterráneas y caducifolias, y fauna de clima templado, así que las condiciones de vida no serían extremas, aunque en uno de los niveles se advierte más frío.

Los fósiles humanos aparecidos en el nivel más frío de Gran Dolina muestran una mezcla de caracteres muy primitivos y modernos única en el registro de homínidos, lo que lleva al equipo excavador a proponer una nueva especie de género Homo. Hay un total de 16 restos craneales y faciales. Uno de ellos, gran parte de una facies joven, es plenamente moderno: la parte nasal de la cara moderna tiene placas infraorbitarias a los lados de la nariz, formadas por los huesos maxilar y zigomático, un poco inclinadas hacia abajo, y la abertura nasal está adelantada. Este rostro moderno es el que se ha hallado. Los individuos adultos de Gran Dolina tienen la cara más grande y gruesa que la nuestra, que se parecería más a la de sus individuos infantiles.

Los Australopitecos y Parántropos tienen esas placas infraorbitales verticales o inclinadas hacia arriba, y sus fosas nasales están planas o retrasadas, los huesos nasales no forman caballetes. Así sucede con el Homo habilis.

El Homo ergaster tiene la cavidad nasal un poco más avanzada, con los huesos nasales más horizontales y un poco en caballete. En general la cara de los primeros
humanos tiene poco relieve, es bastante plana.

Del Homo erectus se conoce poco, hay pocos restos faciales. Es más robusto que el Ergaster, igual que el cráneo. Es una morfología primitiva, de modo que los fósiles de la Gran Dolina no serían antepasados suyos.

En el Neandertal la cavidad nasal es más proyectada, con los huesos muy horizontales; las placas infraorbitarias forman una única superficie y la cara por tanto
resulta un tanto apuntada. Los pómulos no se marcan.

Son muy importantes los bordes inferiores de las placas infraorbitarias o cresta zigomaxilar. En los fósiles asiáticos del Homo erectus es horizontal y alzado respecto al reborde alveolar, lo cual corresponde también a nuestra especie, por lo que habría una continuidad evolutiva entre Homo erectus y Sapiens. En cambio en los neandertal el dicho borde inferior va en diagonal hasta el reborde alveolar. En los fósiles de Gran Dolina, además de otro pequeño fragmento, el borde es horizontal y sale de arriba, lo que indica un mayor primitivismo.

El torus supraorbital aparece muy desarrollado, con forma de doble arco, más primitivo también que el de línea recta de los Homo erectus chinos y javaneses.

El volumen encefálico no está aún bien estudiado, pero de momento no parece inferior a los 1000 metros cúbicos.

Los caracteres de la mandíbula, basados en la posición del surco que se sitúa en la cara interna del hueso, y que alberga los nervios del suelo de la boca, y que en el
Homo ergaster está muy adelantada, indica una posición intermedia del Homo antecesor entre el Ergaster y el Sapiens. Los dientes presentan un patrón primitivo, el mismo del ergaster y erectus, y de algunos homínidos africanos pleistocénicos. Las coronas de premolares y molares tienen la superficie rugosa, con pliegues cruzados, y en la parte frontal hay un relieve muy característico, en forma de media luna, llamado cíngulo. Los dientes posteriores son grandes, mayores que los del ergaster, que ya incluye en su dieta alimentos de más fácil masticación, y que sólo se produce en el Pleistoceno superior. En el Pleistoceno medio y en los neandertales los premolares tienen un solo canal pulpar, pero los homínidos de Gran Dolina tienen dos, algo bastante más primitivo y relacionado con los homínidos africanos. Los incisivos y caninos también son primitivos: los incisivos en forma de pala y los caninos superiores de gran tamaño,
intermedio todo ello entre los Homo más antiguos y los neandertal.

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Vista de la infraestructura utilizada para facilitar la excavación de Gran Dolina. En la parte superior se puede ver la excavación del nivel TD 10. Resulta muy interesante la constatación

Según el patrón de crecimiento de la dentadura, el Australopiteco, el Parántropo y los primeros Habili tuvieron un desarrollo
biológico similar al de los gorilas y chimpancés, es decir, de unos 12 años. Sin embargo, los homínidos de Gran Dolina tienen un desarrollo casi igual al del Homo sapiens.

Los fósiles humanos del nivel más frío de Gran Dolina presentan una combinación única de caracteres primitivos y derivados que
permiten la localización de una nueva especie de Homo: se la ha llamado Homo antecesor, en latín “explorador”, el que precede. Una de las primeras poblaciones llegadas a Europa. Hay un origen africano, a partir del Homo ergaster, con especies intermedias como el
Homo rhodesienses. Saldrían de África en el Pleistoceno inferior, posiblemente por el Oriente próximo para salir y por los
Dardanelos para entrar en Europa, donde evolucionaron para enlazar con el Homo heidelbergensis.

Resulta muy interesante la constatación de costumbres caníbales de los pobladores de Gran Dolina. Entre los primates hay algunas especies que han desarrollado canibalismo, ya sea por hambre, densidad de población o estrategias reproductoras. Entre los humanos hay canibalismo de cuatro tipos:

1.- Alimenticio, ya sea por supervivencia en catástrofes o por períodos muy prolongados de hambre.

2.- Ritual o mágico, practicado por aztecas y araucanos.

3.- Patológico, del cual ha habido ejemplos recientes en Rusia.

4.- Político, como el ocurrido en los primeros años de la revolución china en que miles de personas fueron asesinadas en Guangxi y varios cientos devorados en nombre de Mao.

Es decir, el canibalismo nace con el humano y llega hasta hoy.

El reconocimiento del canibalismo gastronómico tiene que basarse en pruebas irrefutables, que lo distinguen de la descarnación de huesos por motivo de
enterramientos rituales.

Estas pruebas son:

 La existencia de técnicas de descarnación semejantes en restos humanos y animales, en las marcas de corte y de golpes.

 Igual procedimiento en la fracturación de los huesos para extraer la médula en humanos y animales.

 Igual tratamiento de los desechos óseos tras la comida.

 En los huesos se conservan marcas de cortes, de percusiones, roturas. Durante el corte de los músculos, raspado de los tejidos, se producen señales que quedan en el fósil; para extraer la médula, los golpes de fractura dejan siempre el mismo patrón en huesos humanos y animales, a los que se puede unir que los restos de ambos estén en un mismo basurero, lo que evidencia que no hubo el menor intento de enterramiento.

 En el Estrato Aurora de Atapuerca se han dado todos estos condicionantes en los restos hallados sospechosos de indicios de canibalismo. Se observa
descuartizamiento, raspado y rotura, por medio de herramientas líticas. El hecho, además, de que haya mezclados junto con los restos humanos muchos
otros de gamos, ciervos, caballos, etc., indica que el canibalismo no fue por largos periodos de hambre, sino porque el humano formaba parte de la dieta
normal del humano de hace 800.000 años.

¿Y cómo era ese Homo antecessor? ¿Cómo éramos los europeos de hace casi un millón de años? ¿Nos asombraríamos mucho si viésemos una imagen de nuestros
antecesores? La respuesta es interdisciplinar, a partir de los restos hallados, sobre todo del extraordinario cráneo 5 de la Sima de los Huesos, en perfecto estado de completura, tan sólo a falta de algunos dientes. Este cráneo se contrapone en estructura con los restos que se han denominado “Chico de la Gran Dolina”, un individuo de unos once años, mucho más delicado, más moderno, pero sin embargo perteneciente a la misma datación: los pómulos, con el maxilar rehundido, son modernos, pero tiene la frente huidiza y un robusto torus supraorbital. Lo que tienen en común es la órbita ocular, con el origen del músculo temporal. El Homo antecessor no tiene mentón, como ningún homínido, pero sí la nariz bastante avanzada.

El extraordinario yacimiento, clave para el conocimiento de la evolución humana en Europa, se llama Sima de los Huesos. A 1 km de la Gran Dolina se abre la
entrada de la Cueva Mayor, ocupada desde el Neolítico. Desde ella parten dos galerías, la del Sílex y la del Silo. Desde ésta, tras 600 metros de estrechos pasos y cuestas muy empinadas, se abre la gran Sala de los Cíclopes. En una de sus paredes se abre una galería de 10 metros que acaba en un pozo de 13: la Sima de los Huesos. El yacimiento está en el fondo, en una pequeña cavidad, como el pie de una bota: primero una rampa, y en la punta de la bota es donde se hallan los fósiles humanos.

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Cráneo 5

La Sima de los Huesos se conoce desde hace mucho, y fue visitada con frecuencia por aficionados en busca de fósiles de oso, que se encuentran con facilidad, lo cual ha alterado el nivel original de los sedimentos. En una de estas excavaciones apareció una mandíbula humana; si los restos de oso eran de una especie extinguida hace 200.000 años, la mandíbula tenía que ser más o menos de esa edad. El excavador llevó esa pieza a estudio, pues era un experto paleontólogo, se advirtieron rasgos pleistocénicos, y siguieron apareciendo huesos: dientes, fragmentos de cráneo, trozos de huesos largos. Las excavaciones se ampliaron y se fueron prolongando hasta acceder a la Sima de los Huesos, removiendo y sacando toneladas de sedimentos alterados y bloques calizos hasta llegar al nivel intocado.

Hasta la campaña de 1998 se han hallado en la Sima 2800 fósiles humanos, incluyendo el Cráneo 5, que conserva todo el rostro y es el más completo de esta antigüedad jamás hallado. La colección es la más completa y extensa del mundo, y corresponde al menos a 32 individuos de ambos sexos.

Los restos animales se acumularon en la Sima porque invernaban allí en el caso de los osos, o entraban al olor de la carroña los zorros o los lobos, pero es más difícil de explicar la acumulación de restos humanos, que son cadáveres completos y no huesos aislados, hay representación de todas las partes del cuerpo, incluidas las más frágiles, como las del oído; si hubieran sido arrastradas desde el exterior se habrían perdido, dada su pequeñez. La mayoría son adultos, apenas hay niños ni ancianos, por lo que no se puede achacar la muerte a una catástrofe natural, ni a muertes por causas naturales, porque en ese caso niños y ancianos estarían mucho más representados.

No sabemos cómo murieron; y la mejor explicación de su acumulación en la Sima es que fueran arrojados allí por sus semejantes. Si se pudiese demostrar, sería el primer testimonio de rituales funerarios de la humanidad.

Todas las morfologías de los fósiles europeos están representadas en la Sima; y puesto que eran de la misma población biológica, se deduce que un único tipo humano vivió en Europa en el Pleistoceno medio. Hay características primitivas y evolucionadas: entre las primitivas están los huesos craneales muy gruesos, con el techo craneal bajo, la máxima anchura en la zona temporal, el rostro mucho más desarrollado que la zona cerebral, frente huidiza, torus y ausencia de mentón. Los evolucionados son neandertaloides en fase inicial, sobre todo en la articulación de la mandíbula, con proyección nasal. Las capacidades craneales oscilan entre 1125 y 1390 cc. Respecto a los dientes, es curioso hacer notar que en los incisivos se advierten una serie de estrías, producidas por la forma de comer, y que han sido reproducidas por el equipo excavador colocándose una prótesis prognática de porcelana: si se sujeta un trozo de carne con los dientes, y se corta al ras de ellos con un sílex, en un alto porcentaje de movimientos de corte se hacen rayas en los dientes. Se experimentó con la mano derecha y con la izquierda, y las marcas de los dientes hallados son similares a los de las prótesis cuando se empleaba la mano derecha para cortar, lo que indica que los homínidos del Pleistoceno medio ya tenían una definida lateralización del encéfalo.

Su sistema de alimentación parece ser que constaba más de elementos vegetales que de carne, ésta de pequeños herbívoros cazados de cerca o con trampas hechas o
naturales, y en mayor medida recurrían al carroñeo, aprovechando lo que abandonaban los grandes carnívoros, En Atapuerca hay muy pocos restos de animales grandes, lo cual indica que o bien los consumían donde los encontraban, yendo allí todo el grupo, o bien llevaban a la cueva los trozos de carne que podían cortar. Ambas cosas presuponen una organización grupal.

Hasta el momento de este trabajo, finales del siglo XX, éstos son los estudios realizados en Atapuerca. Queda mucho, muchísimo, yacimientos aún por explorar y
otros en curso de estudio, pendientes de publicación. Con los realizados se ha podido establecer una clara conexión evolutiva entre África y Europa, del Homo ergaster africano al Homo antecessor burgalés, cuyos rasgos faciales son una clara prueba de su pertenencia a la línea evolutiva que lleva hasta el hombre actual. Es interesante averiguar qué es lo que impidió una expansión rápida hacia el norte de Europa, quizá factores climatológicos, quizá ecológicos, luego superados por el avance de las tecnologías sucesivas; quizá el Homo antecessor se extinguió y apareció la colonización del Homo heidelbergensis. Quizá por lo contrario se conectaron y superpusieron, puesto que hay algunos rasgos anatómicos comunes.

El estudio, la historia, sigue.

Bibliografía

– La sierra de Atapuerca. Los homínidos y sus actividades.- J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro y E. Carbonell; Revista de Arqueología 15
– El Pleistoceno medio en Atapuerca.- E. Carbonell, C. Díez y J. Enamorado; Revista de Arqueología 63
– Atapuerca, nuestros antecesores.- Varios autores; Junta de Castilla y León 1999
– Atapuerca: su contribución a las ciencias del Cuaternario.- Revista española de paleontología 10
– Los yacimientos de Atapuerca. Revista de Investigación y Ciencia 229