Dentro de las investigaciones sobre Geografía Sagrada de España, desde Granada, hemos realizado una visita al Yacimiento Arqueológico de Torreparedones, perteneciente al municipio de Baena en la provincia de Córdoba. Se trata de un asentamiento Íbero-Romano.
Torreparedones fue el Oppidum Íbero más destacado por su ubicación y extensión, de ésta zonas de la provincia, que tuvo su mayor apogeo desde el s. VI a.C. De él queda muy poco, puesto que fue un asentamiento romanizado. En época de Augusto la ciudad toma categoría con estatutos jurídicos de privilegio. No está aún confirmado pero su nombre original podría ser Ituci Virtus Iulia.
Dice el arqueólogo Francisco Miguel Merino Laguna: “La experiencia religiosa en el mundo ibérico pareció destacar por su gran sentido práctico, asociado con frecuencia a la curación de enfermedades.”
Nuestro mayor interés se centró en el santuario donde se demuestra claramente la fusión que había entre la religiosidad Íbera y la Romana que, como se sabe, mantenía buena parte de las tradiciones locales.
Este santuario se halla localizado a extramuros, en la parte meridional del yacimiento, y su entrada está hacia el Sur. Consta de tres espacios, al norte, a modo de cella, se encuentra la zona más sagrada, cuya planta es rectangular y tiene una altura máxima de 2,5 m. de la que se mantienen las paredes realizadas de sillería regular, trabada con mortero.
Delante de la cella, se aprecia un gran patio en el cual se descubrió, en la excavación de 1988 un gran bloque de piedra junto al cual había decenas de exvotos de piedra. En la excavación de 2007 se ha descubierto, en el lado contrario, una estructura rectangular de mampostería revestida de opus signinum (recubrimiento muy utilizado en época romana, formado por una mezcla impermeable de cal, arena y fragmentos de cerámica) que podría haber tenido un uso como mesa destinada al sacrificio de animales.
La entrada se hacía por el sur, a través de un vestíbulo al que se entraba por una rampa o escalinata.
Naturalmente lo más destacado del santuario es la cella, donde apareció una columna en la pared norte que no presenta una función tectónica. En la excavación se encontró caída en el suelo presentando un capitel con decoración vegetal.
Dice Francisco Miguel Merino Laguna: «Esta columna representaba la divinidad adorada en el templo, que era Dea Caelestis y que en este caso se representó de forma anicónica, en forma de betilo estiliforme.
Con clara intencionalidad astronómica su distribución sigue un eje Norte-Sur, repartido en tres niveles que los fieles ascendían progresivamente por medio de una rampa de acceso, tal vez originalmente flanqueada por dos columnas. Primero ascendían a un vestíbulo, después al interior de un patio descubierto y finalmente a la cella, lugar sagrado donde se hallaba la imagen de la divinidad.
Teniendo en cuenta la orientación astronómica del templo y que la cella estaba soterrada, con una cubierta a modo de terraza visitable y una puerta que se podía cerrar quedando en penumbras, se plantea la siguiente hipótesis de trabajo. Si la techumbre hubiese dispuesto de un pequeño lucernario colimador en el punto intermedio entre el betilo sagrado y la columna central ocurriría lo siguiente: un haz de luz iluminaría el betilo cada medio día solar, en el solsticio de invierno (21 de diciembre) apuntaría al capitel y a medida que avanzase el año el haz de luz iría recorriendo el betilo hasta tocar su base con el solsticio de verano (21 de junio); luego haría el recorrido inverso. En definitiva, junto al significado mágico y simbólico del rayo de luz sobre la imagen de la divinidad (Dea Caelestis – Juno Luciana), hay que valorar la posibilidad de que el betilo fuese un calendario solar controlado por el sacerdote, que pudo tener marcas (pintadas o incisas) para indicar los días claves del año como cambio de estaciones, días festivos, etc.
La actividad en este santuario se desarrolló entre mediados del s. I a.C. y casi todo el s. I d.C. En el s. II d.C. se produjo el abandono y destrucción del edificio religioso.
Entre los hallazgos más significativos cabe señalar numerosas piezas de cerámica, dos altares tallados en piedra caliza local y más de 300 exvotos también realizados en piedra local.
Sigue diciendo Francisco Miguel Merino:
«Los exvotos de Torreparedones que representan figuras antropomorfas (femeninas y también masculinas), partes del cuerpo (piernas) … deben entenderse como ofrendas realizadas en acción de gracias por un favor recibido, que solía consistir en la curación de un miembro enfermo del cuerpo o de cualquier otra enfermedad, incluso de alumbramientos sin problemas para madre e hijo, por lo que es posible que la diosa se venerara bajo el título de Juno Lucina, patrona de las parturientas romanas, cuya festividad tenía lugar el día 1 de marzo. En el santuario se adoraba, por tanto, a una divinidad femenina ibera, que después se transformó tal vez en Tanit, la más importante diosa cartaginesa, asociada como ocurriera en otras culturas a la diosa madre, la fertilidad o la luna. Con la romanización, Tanit fue rebautizada como Cae-lestis, más tarde identificada con Juno, deidad junto a Júpiter y Minerva, protectora del Estado romano. Juno se hizo muy popular entre las mujeres romanas, que, bajo la adoración de Juno Lucina, la hicieron patrona de las embarazadas y de los partos. En relación con este culto, gran parte de los exvotos hallados en el santuario correspondían con representaciones de mujeres embarazadas, a veces desnudas, implorando a la diosa que trae los niños a la luz, un parto sin problemas. La imagen de la diosa no era antropomorfa sino con forma de columna, esto es, un betilo o piedra sagrada donde habitaba la divinidad.
Otro hallazgo importante en las excavaciones del Yacimiento Arqueológico de Torreparedones realizado en abril de 2017, es un pequeño altar que se ha hallado junto a las termas orientales donde se sigue trabajando.
Es un pequeño altar dedicado a la Diosa de la Salud, que presenta incisa una inscripción donde se puede leer Fons Dominae Salutis salutaris, Fuente de la Señora de la Salud Salvadora. Demuestra así la importancia que tuvo el agua y sus cualidades curativas.
El arqueólogo Ángel Ventura, de la Universidad de Córdoba, ha manifestado que “la antigua ciudad de Ituci Virtus Iulia era una ciudad que estaba volcada en los cultos relacionados con la salud y con la sanación”. “Ventura ha explicado que: “la inscripción hallada, en su parte superior, es un altar, esa especie de cenicero donde los fieles hacían sus sacrificios más habituales junto con el rezo”. Y dice del conjunto de las termas donde se ha encontrado el altar, que es: “uno de los monumentos de época romana mejor conservados de Andalucía y probablemente de España y que sería una especie de ciudad balneario, con tres termas y dos santuarios, donde la gente venía realmente a sanarse”.
Así mismo, el arqueólogo José Antonio Morena, director de la excavación, destaca: “se está poniendo de manifiesto que el agua era un factor fundamental en el desarrollo de la ciudad”.
Además del Santuario en donde se encuentra una réplica del altar mencionado, visitamos todo lo que hasta el momento se ha descubierto en el yacimiento. La Puerta Oriental, que data del s. VI a.C., con sus dos aceras sobre elevadas a los lados. Más adelante encontramos el Foro con la Basílica Civil, la Curia y el Templo junto a una plaza central y el mercado.
Corona el yacimiento un castillo Medieval muy bien reconstruido, como todo lo que hasta el momento se ha descubierto.