Fernando Schwarz
Introducción
Para comprender la situación actual, necesitamos penetrar en la historia y recorrer las principales etapas a través de las cuales fue establecido el orden en nuestro mundo, que nos llevó al caos.
Cuatro ciclos históricos han transcurrido y se terminan al mismo tiempo con importantes consecuencias para la postmodernidad.
Primer ciclo: el monopolio de Occidente sobre el mundo
Comenzó en 1492 con el descubrimiento de América y la instauración de dos modelos, que en las dos Américas se desarrollaron juntos y coexistieron hasta nuestros días:
El modelo feudal de la Edad Media, instaurado por España en América Latina (con la dominación de terratenientes latifundistas y de la cristiandad).
El modelo protestante, que dará origen a la industria moderna en América del Norte. Desde 1900, todas las potencias del mundo tienen un puesto comercial o una colonia en estos territorios, aunque actualmente Occidente no sea más un modelador de la historia.
Segundo ciclo: el repliegue americano
Este ciclo comienza en 1917 con el “liderazgo americano” durante la alianza de Estados Unidos con Francia y Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial. Occidente suplanta a Europa. A finales de la guerra de Vietnam, los Estados Unidos comienzan un período de repliegue que se acelerará con el nombramiento del presidente americano Donald Trump: la salida del multilateralismo, el fin de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de los acuerdos internacionales. Él defiende su país.
Tercer ciclo: el fin de la lealtad
En 1945, a finales de la Segunda Guerra
Mundial, Winston Churchill, Joseph Stalin y Teodoro Roosevelt crean un nuevo orden mundial en Yalta, sobre la base de una división geográfica y un modo de funcionamiento dirigido hacia las economías, las monedas, las leyes, los
tratados y el sistema jurídico.
Poco a poco este sistema decae: asistimos
a conflictos y guerras en numerosos países, sin previa declaración de guerra. No va a haber más declaraciones de guerra luego de la Guerra del Golfo del año 2000, ni consulta legal ni diplomática a las instancias internacionales, la ONU entre otras.
Cada país actúa como le parece e invade los territorios utilizando la fuerza y la violencia: los rusos en Siria y Crimea, y los iraníes en el Líbano; nadie defiende la causa de los Kurdos o de los Rohingyas (( Grupo étnico indoario que vive en Birmania, compuesto en su mayoría por musulmanes, pero también cristianos e hindúes. Fueron expulsados del Estado Birmano y tuvieron que huir a Bangladesh, Malasia y también a Tailandia e Indonesia donde viven como apátridas en campos de refugiados.))
¿Dónde está hoy la lealtad? ¿Quién es aliado de quién?
Utilizada en el sistema feudal entre el señor y su pueblo, la lealtad hoy no existe más. En los nuevos tiempos se practica una barbarie disfrazada.
Cuarto ciclo: tiempo de especulaciones y deudas
Marca el fin de la globalización liberal. Las fronteras dejan de existir, todos los productos son vendidos en el mundo entero; las finanzas y el capital se introducen a nivel mundial. Con la OMC se da crecimiento y riqueza. La economía cede su lugar a las finanzas. Todo el sistema se basa en finanzas totalmente ficticias, especulaciones y deudas. El dinero se vuelve un sistema de creencias: todos quieren ser ricos.
Primero en 1979 y luego en el 2008, se da la crisis. Descubrimos que miles de millones de dólares no existen, –hoy en día sucede lo mismo–. Se intenta retomar el crecimiento para regular el interés de la deuda, en lugar de invertir en transporte, o en los sistemas de salud, educación y justicia. El crecimiento lentificado hace que la deuda aumente sin ningún medio financiero para regularla.
A pesar de los peligros del calentamiento climático y sus desastrosas consecuencias previstas para la ecología de aquí a 2025, el verdadero peligro actual es la probabilidad de un gran colapso del sistema financiero. Ni los individuos ni los estados están preparados para hacerle frente, porque el endeudamiento es colosal: ¡alrededor de 300 mil billones de dólares!
Desde el 2008 las riquezas se concentran en un puñado de cientos de personas, mientras que la pobreza aumenta en todo el mundo, con desigualdades mucho más importantes que las que había en el Medievo. Los más ricos han previsto todo (crisis climática, colapso del sistema financiero, plan de retirada personal) y se desinteresan totalmente de lo que le pase al mundo.
Consecuencias inmediatas
1. El regreso de las guerras de religiones
Los cuatro ciclos se terminan al mismo tiempo y aparecen inquietantes signos de gobernanza.
Las guerras de religiones surgen en todas partes. En Tailandia los budistas convertidos en nacionalistas disparan contra los no budistas. Los musulmanes se lanzan a una guerra feroz y peligrosa para la estabilidad mundial: es la guerra de poder entre sunitas y chiitas, la guerra entre los que aplican el Corán al pie de la letra (el Ramadán, la oración, el peregrinaje…) considerados como ortodoxos, y los heréticos, es decir, los musulmanes que quieren integrarse al mundo actual. La guerra interna entre los sunitas (en Paquistán y Afganistán) que se sirve de Europa como campo de juego de atentados terroristas para tomar Occidente y probar que son guerreros y pueden restablecer el califato.
Occidente, que ignora los entresijos y pormenores de esta guerra civil, defiende a los
musulmanes y no comprende la utilización del chador o velo, como arma de propaganda.
2. El resurgimiento de los antiguos imperios
En el terreno mundial resurgen los antiguos imperios: Rusia, Turquía, China, Irán. Turquía sueña con el Imperio Otomano, y Rusia con restablecer la Rusia de los Zares. Irán estableció progresivamente una zona de influencia con Irak, Siria, Líbano y el Mediterráneo, haciendo alianzas con milicias chiitas.
Occidente, y sobre todo Estados Unidos, cometieron un gran error estratégico aliándose con Arabia Saudita y no con Irán. Este último país es indoeuropeo, y muy bien organizado, con universidades, ingenieros, físicos y militares de alto nivel. Derrocar al Sah de Persia fue un error estratégico, tenía buenas relaciones con todo el mundo. Y todos estos errores tienen consecuencias.
Paralelamente, la “contracción económica americana” es una catástrofe, pues es desordenada. El poder político americano es ciego y está en un estado de negación total, ya que los millonarios americanos ignoran las necesidades del resto del mundo.
Hoy, un tercio de la población mundial está en este estado de negación de la realidad y es incapaz de reaccionar.
Los nuevos miedos del hombre moderno
A la par de estos ciclos, han aparecido cuatro miedos como eje de las reflexiones de la sociedad.
Veamos, pues, los cuatro miedos del hombre moderno:
1º) Miedo a la pérdida de nivel socioeconómico en algunas clases sociales.
El miedo de las clases medias y de las clases populares es de empobrecerse y de tener que ofrecer a sus hijos una vida peor que la suya. En Francia, es el movimiento de rebeldía de los “gilets jaunes” –los “chalecos amarillos”–, que surge contra la robotización, el cierre de fábricas, la globalización y el cierre del comercio en el centro de la ciudad.
2º) Miedo a perder la identidad
Es el miedo a la población de otro origen étnico, que migró hace 3 o 4 generaciones, frente a la inmigración reciente. Es el miedo a la islamización de una parte del territorio (sobre todo los salafistas), del desarrollo del comunitarismo (bares con prohibición de venta de alcohol y de mujeres, de mujeres veladas, etc.) del terrorismo y del regreso del racismo.
3º) Miedo al cambio climático
Es el miedo de los ecologistas, de la juventud estudiante y de la burguesía ilustrada. Ellos temen al calentamiento global, al agotamiento de los recursos naturales y de las especies vivientes, sienten la amenaza de la supervivencia de la humanidad y de los seres vivos cuya responsabilidad incumbe a los seres humanos.
Miedo a los Estados Unidos, pues Donald Trump ignora el calentamiento global y no se interesa sino en su electorado y su país. Incluso tiene un plan de huida y de refugio para su familia en caso de colapso.
4º) Miedo a la gran caída de la sociedad (al gran derrumbe)
Es el miedo que sienten los que tienen riquezas (dirigentes financieros, círculo Davos, etc.) y las clases cultivadas frente a la presencia y el crecimiento de movimientos populares de violencia y de manifestaciones. Han comprendido que la sociedad está derrumbándose y que hay el riesgo de que pierdan todo, en cualquier momento. Son conscientes de la situación, de los endeudamientos, etc., pues tienen acceso a toda esa información. Lo primero que piensan es en salvarse y no en cómo salvar al planeta.
El origen de las crisis: la pérdida de lazos
Los miedos nacen de problemas diferentes, pero todos convergen en la idea de que el sistema atraviesa una crisis y va a colapsar, aunque con teorías múltiples acerca de las causas.
La crisis ecológica nació de la ruptura de lazos entre el hombre y la naturaleza. La crisis económica, de la ruptura de lazos entre la justicia y la idea del compartir; no es una crisis de producción. La crisis geopolítica se produce frente a la pérdida de consciencia universal, de que la humanidad es Una. Los seres humanos se consideran “rusos”, “afganos”, “franceses”, “chilenos”, es decir, ellos pertenecen a una tribu y no a una humanidad. Esto justifica el crimen del otro. El otro no soy yo. La fraternidad no existe. El concepto de humanidad hacia el otro se convierte en una creencia contra corriente. El racismo se hace “políticamente” correcto.
Asistimos igualmente a la pérdida de sentido y de aspiración espiritual, frente a una gran valoración de la sociedad materialista y de un ser humano con comportamientos egoístas.
Finalmente, está la crisis del saber, en la que conocimientos y visiones están fragmentados y encapsulados. No hay comunicación ni interacción entre científicos, humanistas y los sabios. Cada cual pretende poseer la verdad.
Entonces, se trata de recuperar y restablecer los lazos que hemos perdido a lo largo del tiempo.
Para superar estas crisis es urgente un cambio de paradigma. Hay que imaginar un mundo diferente fundado sobre una civilización más humana y equitativa. Hay que restablecer el sentido común; hay que restablecer los lazos entre todos los seres
vivientes.
Este desafío sólo es posible si se logra un cambio individual y un cambio colectivo, duraderos.
Sala de los filósofos, Museo Capitolino. Roma