El Crismón, anagrama de Cristo y el número de oro

José Carlos Fernández

Hace ya varios años estaba preparando material para el libro El Viaje Iniciático de Hipatia, y me encontré con un hecho sorprendente: la relación aritmética entre el Número de Oro y el anagrama de Cristo, el llamado Crismón, símbolo con que se le representó desde los primeros siglos del Cristianismo hasta el día de hoy.(( A continuación introducimos figuraciones en distintos lugares y épocas. El orden es el siguiente:
-Crismón de la Villa Fortunatus de Fraga (Huesca). Mosaico de la sala principal (siglo IV).
-Rueda de carro en el tímpano sobre la puerta de acceso a la ermita de Santa María en Centenero (Huesca)
-Crismón sobre el acceso a la cripta del castillo de Loarre (Huesca).
-Crismón sobre la portada oeste de Santa Cruz de la Serós (Huesca).
-Crismón descubierto por Olañeta y recuperado en Centenero, actualmente en la ermita de Santa María de
esa localidad.
-El último crismón descubierto, por ahora, está en San Zoilo de Carriónde los Condes (Planecia) en el
acceso a la galería.))


El Número de Oro, Divina Proporción o Sección de Oro es uno de los secretos del arte y la matemática antigua, y al que tanto Euclides como Platón hacen referencia. Pero ellos nunca especifican cómo hallar este Número que rige la Naturaleza. También es una de las claves del Arte Antiguo (Egipto, Grecia, Roma, China, India, etc.), además de ser la que permite la construcción del pentágono estrella, uno de los grandes secretos de las cofradías pitagóricas.

Este Número indica la proporción que existe entre dos magnitudes para que la menor sea a la mayor como ésta a la suma de las dos. Fácilmente se comprueba ahora, pero no tanto en la Grecia antigua en que fuera de los templos no se disponía de las “herramientas” matemáticas adecuadas, que este número es la solución a la ecuación algebraica, X-X-1= 0 y cumple la asombrosa propiedad de que x= 1 + 1/x, con el valor de
1.618033988749…., un número que ya Euclides, sin especificar cual, demostró que era                        
irracional, o sea, con infinitos números decimales y que no puede ser expresado como una fracción de dos números enteros. Como fracción continua es expresado del siguiente modo:

El límite de la proporción entre dos términos sucesivos de la serie de Fibonacci 1,1,2,3,5,8,13,21,34… (en que cada número es la suma de los dos anteriores) converge en el infinito en el Número de Oro. Esta serie tan particular y el Número de Oro que generan, rige la Naturaleza entera, hermanando, en cierto modo, las progresiones aritméticas y geométricas.

Este Número Φ es, junto con PI, el Número más sagrado de la antigüedad. Este último PI, (Π) es la relación entre la circunferencia y su diámetro y simboliza el proceso de nacimiento, de gestación, el poder creador que da origen al Cosmos y que lo dinamiza. Mientras que el Número de Oro, llamado por la Matemática moderna Phi, o sea Φ es el Poder que lo estructura, vinculando armónicamente las partes con el todo. Todo cuanto existe está dividido en partes armónicas y es parte, al mismo tiempo, de un todo armónico. Este Número vincula, así, lo infinitamente grande con lo infinitamente pequeño en una serie armónica también infinita, pero regida por esta Divina Proporción. Es la Razón que ideal y geométricamente gobierna la Naturaleza entera.

Φ es por tanto, el LOGOS, la Palabra, o Inteligencia, el Arquitecto Divino que da forma a cuanto existe, ensamblando siempre lo múltiple a la unidad.

La verdad es que ya sabíamos la importancia que tenía este Número en la civilización grecoromana, pero no que llegó a ser considerado en ésta el Verbo, el Logos Platónico, la Deidad que es Pura Voluntad, Amor-Sabiduría e Inteligencia, y que se convierte en la Ley, Energía y Vida y las Formas que rigen la Naturaleza en su plenitud.

Lo sorprendente es que Φ es el Verbo (Logos) del Evangelio gnóstico de San Juan, que comienza, precisamente con estas palabras:

Al principio era el Verbo (Logos), y el Verbo (Logos) estaba junto a Dios y era Dios.

Cuando los filósofos cristianos cultos rendían culto a Cristo lo hacían a este Logos encarnado en carne y sangre, o sea, en la naturaleza y en el corazón humanos de la humanidad entera y desde que esta nace como tal hace dieciocho millones de años según las doctrinas herméticas. Y aunque esto ya lo sabíamos por algunos Padres de la Iglesia como San Jerónimo, la prueba definitiva y asombrosa es la siguiente:

El Crismón se puede descomponer lógica y naturalmente en las siguientes letras del alfabeto
griego:

Números que leídos como están en el Crismón y sin considerar los ceros (que no se leen) son AXRO = 1618, que son los cuatro primeros números de la DIVINA PROPORCIÓN.


El símbolo del Crismón es más antiguo que el uso que de él hicieron los cristianos al convertirlo en anagrama de Cristo (KR, de Cristo, que es el Alfa y el Omega; la S y la T que aparece en algunos crismones medievales fueron incorporadas varios siglos después). Era un símbolo de la Religión Romana de los Césares, un símbolo extremamente sagrado, usado, por ejemplo, en algunas monedas romanas, tal y como nos dice en su Simbología Románica: El cristianismo y otras religiones en el Arte Románico, el sacerdote y doctor en Filología Clásica y Teología Patrística Manuel Guerra, que dedica al Crismón un capítulo entero en esta obra.

Y ahora ya sabemos que el Crismón también era, de este modo, el símbolo del Dios Creador, del Logos que da forma y vivifica la materia: el Espíritu Universal, hijo del Misterio Innominado, Espíritu Universal cuya presencia es fácil percibir en el orden y armonía de la naturaleza, desde lo inmenso hasta lo mínimo, desde su geometría fractal hasta sus programas
evolutivos ((Recordando siempre, como dicen los científicos y filósofos, que la ontogénesis reproduce la filogénesis.)) Cuando Cristo, de personaje histórico se convirtió en el Logos encarnado((Aunque no dispongamos de ni una sola prueba histórica lo suficientemente sólida de su vida en un espacio y tiempo concretos)), fue necesario representarlo con este símbolo geométrico y numérico del Logos, el Crismón, el Número de Oro, el 1618.

El Anima Mundi que está junto a Dios, y que es Dios, Alfa y Omega, Principio y Fin de este Universo y por tanto, de todo cuanto en Él nace, vive y muere.