Por Ana Valenzuela de Blumenberg, Fidelina Villafranco, Rafael Avillar Gómez, José David Grimaldi
Prólogo
Un relato medieval acerca de los peregrinos expresaba: “Nada más conmovedor que ver a esos pobres cruzados herrar sus bueyes como si fueran caballos, engancharlos a un carruaje de dos ruedas encima del cual colocaban su pobre equipaje y sus hijos pequeños. Ellos, con las manos tendidas hacia todos los castillos, hacia todas las ciudades que divisaban en el camino, preguntaban si no era eso la Jerusalén hacia la cual se dirigían”.((Rucquoi, Adeline, Peregrinos Medievales, en https://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/24634/3/THVII~N75~P82-99.pdf))
A lo cual otro relato moderno de un peregrino siguiendo el Camino de Santiago expresaba: “Durante los días que pasas caminando te da tiempo, a estar contigo mismo, hartarte de ti, estar con más gente y compartir la experiencia. … En los quince días que duró nuestro camino desde León hasta la plaza del Obradoiro, nos encontramos con la solidaridad, el ánimo, el esfuerzo, el tesón… incluso con la rutina en las historias del camino de Santiago”.((Historias del camino de Santiago, en https://saltaconmigo.com/blog/2015/10/historias-del-camino-de-santiago/))
En ambos casos encontramos situaciones complementarias. Por un lado, el peregrino que lo deja todo y se encamina a Jerusalén por una diversidad de razones y por un compromiso muy propio de cada uno. Pero, por otro lado, se goza de un estatus particular de apoyo al peregrino y a la peregrinación. Así como, de la soledad que permite e induce a la reflexión. Aún más, el peregrino sabiéndolo o no, con conciencia o sin ella, parte en una búsqueda particular, busca encontrar y descubrir un misterio y el viaje lo transforma primero y luego lo transmuta.
A decir de un relato de un viajero ruso: el peregrino entra en una Iglesia y a la lectura de una carta de San Pablo, escucha las palabras “orar sin cesar”.(( Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses)) Esas palabras causan un impacto en su espíritu y se decide a buscar cómo lograr ello, pues para él es un misterio. Así, decide descubrirlo y va buscando hasta que llega a una solución de comprensión del fenómeno. Después de una búsqueda sin parar y con la reflexión que le va proporcionando el encuentro con diversos personajes que le opinan, llega a la siguiente conclusión: “Orar sin cesar es la oración interior continua, es el esfuerzo incesante del espíritu humano por encontrar a Dios”. Y esa es la gran enseñanza que le deja la peregrinación. Pero en esa búsqueda, aunque la realiza en soledad, también va encontrando el apoyo de muchas personas que se encuentran en la ruta y que le van aportando los elementos de ese tesoro de sabiduría que persigue.
Concepto y elementos
A decir de la definición que el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia de la Lengua Española tiene de peregrinación, ésta es el acto de peregrinar y peregrinar tiene varias acepciones, de las que dos de ellas son:
a. Ir en romería por devoción o por voto;
b. En algunas religiones, vivir entendiendo la vida como un camino que hay que recorrer para llegar a una vida futura en unión con Dios después de la muerte.
Resulta evidente, entonces, que en toda peregrinación se encuentra a un peregrino, el viaje representado físicamente por el camino que se sigue, y el lugar al que aspira a llegar y tiene como requisito implícito una búsqueda de algún tipo.
El peregrino toma su nombre de “peregrinus”, extranjero en latín. Y es el personaje que se decide a salirse de su entorno para ir en busca de algo de lo que puede estar o no consciente. En cuanto al viaje, el peregrino debe desplazarse hacia un lugar. Generalmente lo hace a pie.
Detrás del viaje se encuentra la motivación que puede ser variada. De esa forma, el viaje representa el medio para el encuentro con aquello de lo que no necesariamente se tiene conciencia, pero que casi siempre resulta el encuentro con lo sagrado.
El lugar viene a ser la meta de la peregrinación. Es el espacio extranjero, lejano, donde se encuentra un santuario, una reliquia, un lugar de curación, de expiación. Y donde con toda seguridad se manifiesta lo sobrenatural, pues, aunque la motivación puede ser tan profana como el turismo, lo que realmente provoca la peregrinación es el alma que ansía el encuentro con su origen.
Así también, el camino viene a ser el medio físico que provoca la reflexión y ofrece el impacto sugestivo y necesario que va a permitir al peregrino hacer su propia reflexión y extraer lo que necesita aprender de su propio interior, de su mente.
Otro aspecto es relativo a la peregrinación que siempre haya la búsqueda de un misterio que descubrir, y del encuentro que se tenga cuando el peregrino llega a su meta.
El peregrino llegado el momento se decide a salir hacia lo ignoto y hacia el lugar del cual apenas tiene referencia y tratando de encontrar algo. Prácticamente no habrá peregrino que salga de viaje sin ese objetivo que, al principio, puede ser meramente exotérico, pero que, casi siempre, termina siendo un encuentro con lo oculto.
Lo que verdaderamente motiva al peregrino, es ese algo desconocido que sabe que existe, que intuye encontrara, pero que no conoce a ciencia cierta lo que es. Si el peregrino tiene un mayor nivel de conciencia de lo que está haciendo sabrá que el misterio que anda buscando es su encuentro con la divinidad. Es el descubrir de su divinidad.
Por ello, el fin de la peregrinación viene a ser, en principio, la meta física, pero la verdadera meta es la espiritual. Es la enseñanza recogida en el viaje, la superación de una o unas pruebas, y el descubrimiento de lo sagrado dentro de sí mismo.
El Peregrino
Si se comprenden los actos de purificación como los medios que tiene el ser humano para poder encontrarse con su esencia, al decir del gran filósofo Parménides, entonces se comprenderá que éste tiene que desprenderse de todo aquello que le impide identificarse con su esencia divina.
El viaje de peregrinación tiene ese objetivo primordial: lograr el silencio interno que da un viaje largo a través del cual se experimenta la soledad, y por medio del cual se llega a entrar en conversación con el propio Ser. Pasado el tiempo que dura el viaje y llegado al lugar se estará en condiciones de percibir próxima la presencia de Dios y de lograr la resurrección, renacimiento y renovación que permite a un ser humano acercarse a la idea de Dios.
El encuentro con el Misterio se da a través del contacto de los viajeros con las reliquias. Se creía que las reliquias de aquellos santos que, por haber ellos mismos logrado el contacto con Dios, eran generadoras de una especie de magia que garantizaba alguna suerte de poder sobre la naturaleza: curaciones, concesión de peticiones, etc.
En realidad, el misterio se refiere a comprender con mayor o menor conciencia que el sentido de la vida se alcanza al estar en presencia de Dios o lo que significa la divinidad. Por esa razón debe comprenderse que el peregrino se siente alejado de Dios y busca el reencuentro. El peregrino se siente exiliado de Dios y por eso inicia el viaje, porque espera encontrarse con la divinidad.
Algunas de las peregrinaciones se llevan a cabo para ir a peticionar por la salud propia o de alguien. En otras ocasiones se tiene la peregrinación como medio para pagar una penitencia. También surge la peregrinación por promesa o voto. Ya que se hacía una especie de contrato con Dios y, de esa forma, para pagar una curación, un nacimiento deseado, la llegada de un ser querido, u otro favor, se hacía la peregrinación. Con el tiempo, en el mundo cristiano, surge también el ideal de parecerse a Jesús en su pobreza y está el peregrino que lo abandona todo para seguir el camino de Jesús hacia la gran peregrinación a Jerusalén. Este ideal se pervierte con el tiempo pues se llega al momento de las indulgencias y hay quienes hacen la peregrinación y participan en batallas para ganarse ese lugar, a futuro, a la diestra de Dios. También, está la peregrinación expiatoria por alguna sanción o pecado que se haya cometido.
A pesar de lo anterior, el gran motivante para una peregrinación es vivir la devoción religiosa, acercarse a la idea de Dios. Los peregrinos, de alguna forma, imitan a Jesús el Cristo cuando se retira al desierto por cuarenta días para encontrarse con su propia esencia. Por ello, a partir del Siglo III y IV van a comenzar a aparecer muchos eremitas que se van a los desiertos para lograr ese encuentro.
A partir del Siglo VI aparece el peregrino misionero que, no solamente tiene un ideal individual, sino también un ideal colectivo y, por ello, sale en peregrinación a un determinado lugar para tratar que otros tengan esa conversión y logren el encuentro con Dios.
En la antigüedad se decía que “quien peregrina «ora» con los pies y experimenta con todos los sentidos, que toda su vida es un único gran camino hacia Dios.” Se buscaba dejar la propia tierra, lo terrenal, para ir en busca de lo celestial.
El peregrino actual, al igual que en el pasado, puede disfrazar la peregrinación por medio de un viaje turístico. Las motivaciones religiosas en el sentido de la antigüedad, prácticamente, ya no existen, pero se tiene un anhelo de encuentro con el origen, de estar en presencia de la eternidad. En un mundo cada vez más materializado se tiene menos conciencia del porqué de los actos que se llevan a cabo. Pero es el alma la que anhela el contacto con la divinidad. De allí que los grandes lugares de peregrinación también lo son de orden turístico.
Hoy en día las peregrinaciones experimentan un renacimiento único. Los hombres buscan la paz y la fuerza que brotan de los lugares santos. Están cansados del individualismo, quieren salir de la rutina diaria, liberarse de lastres y ponerse en marcha hacia Dios.
El Viaje
La peregrinación va a generar un estatus especial para el peregrino, por medio del cual se va a reconocer su cometido especial alejado de los vaivenes terrestres. Se entiende que el peregrino está en una misión especial y esa idea va a trascender guerras, asaltos, etc. Al peregrino se le va a brindar ayuda, alimentación, alojamiento. De esa forma el que ayuda también entra en contacto con ese ideal de acercarse a Dios, por intermedio del apoyo que se le brinda al peregrino.
En realidad, el peregrinaje, en primer lugar, es un acto físico de caminar, en la actualidad, de acercarse por diversos medios de transporte al lugar visualizado como sagrado. Al ir avanzando en el viaje el peregrino entra en una especie de silencio externo e interno y se encuentra en capacidad de comenzar a caminar en espíritu. Es el cuerpo el que lo está acercando al lugar escogido como meta de su peregrinación, pero comienza a hacer un peregrinaje espiritual. El cuerpo se convierte en el medio para que el alma pueda irse acercando a Dios.
La llamada a la peregrinación puede provenir de diversas vías: por un acto de fe, de devoción, para poder ir a hacer una petición, para cumplir una penitencia, etc. La verdad no importa el medio por el cual llega el llamado. Lo que importa es que se atienda el llamado y tener el valor de llevarlo a cabo.
Es indudable que las pruebas aparecen en el camino, como pruebas físicas, la salud, el hambre, los bienes de los que se carece, el tiempo, percances externos. Son muchas las dificultades, pero el ejercicio de la voluntad entendida como potencia que se hace a la acción es lo que permite tener el valor para partir. En el fondo se está atendiendo a un llamado ancestral.
El resultado primero del viaje es el encuentro del peregrino consigo mismo. El tiempo, el silencio, permite que la mente concreta se tranquilice y, eso permite, el dialogo con el Ser, que por fin está libre para poder indicar el sentido de la vida propia.
Es indudable que el peregrino por muy duro que sea, en su exterior va a salir transformado de ese viaje. Pero si logra niveles de conciencia superiores, encontrará, en ese viaje, lo necesario para cambiar en forma definitiva con su vida, y alcanzar –quizás- lo que no esperaba, el goce de una experiencia particular a la que podrá regresar en cualquier momento con solo recordarla y que le va a permitir, a partir de ese momento, que se alcance la calidad superior de su vida.
El peregrino necesita de un símbolo que lo guíe en su peregrinación, al estilo de la estrella celeste que guio a los Tres Reyes Magos de ir al encuentro del Niño Dios.
Muchos peregrinos de la antigüedad encontraron en el símbolo de la Jerusalén Celeste el símbolo adecuado del lugar que permitiría servir de puente físico para entrar en contacto con la divinidad. En realidad, el lugar se convertía en un medio para lograrlo y el peregrino no se daba cuenta que el mismo viaje era lo que posibilita ese encuentro.
El Lugar
Un lugar es un espacio, un sitio, ubicado en determinado punto. Hay lugares de variadas naturalezas, el lugar físico con dimensiones de largo y ancho, lugares de la percepción humana, psicológicos, lugares virtuales en la mente de las personas y lugares en el misterio a los que se aspira.
Cada elemento del universo, incluidos los seres, tiene lugares donde objetivamente se enmarca y lugares donde sus sentidos, facultades y conciencia le permiten estar. El peregrino transita de lugares, en la misión de búsqueda de lo sagrado.
El lugar donde el peregrinaje inicia es propio del mundo corriente, con sus circunstancias y vicisitudes existenciales que despiertan el anhelo para atender el llamado del alma y viajar hacia el lugar santo a la búsqueda y anhelo de contacto con lo sagrado. Se acude a los ritos y ceremonias para sacralizar lo mundano.
Han existido a lo largo de la historia humana numerosos sitios geográficos dispersos por el mundo que revisten gran importancia para la expresión y búsqueda espiritual, para la fe religiosa y la afirmación de valores. Son los lugares sagrados hacia donde se dirigen los peregrinos, lugares que representan expresiones del misterio, construcciones extraordinarias, representativos de la divinidad, símbolos de lo sagrado.
Es amplia la cantidad de lugares sagrados que son elementos naturales dispersos por toda la geografía del planeta. Hay montañas, piedras, árboles, bosques, fuentes, desfiladeros, cascadas, cuevas, mesetas, y otros accidentes geográficos, representativos de la presencia divina, lugares cargados de misticismo y espiritualidad para diversas culturas.
Así también existe amplia presencia de lugares sagrados construidos. Existen santuarios, templos, pinturas rupestres, catedrales, mezquitas, monasterios, conventos, abadías, monumentos, cementerios, jardines, pirámides, laberintos y otras construcciones para representaciones de lo sagrado, que se han convertido en lugares destino de peregrinaciones.
En el peregrinaje está presente una ofrenda, que consiste en un regalo, obsequio, dinero, bienes o símbolos que se llevan en sacrificio o como testimonio de gratitud para la Deidad o la obra.
En las peregrinaciones se busca sacralizar, alcanzar purificación, interiorizar, llegar al misterio, a lo divino. La forma de buscar lo sagrado es a través del ritual y la ceremonia. El ritual como la secuencia de acciones de valor simbólico, basadas en creencias, tradiciones e ideologías, para expresar adoración, festejos u otras expresiones profundas. La ceremonia como acto solemne conforme ritos y normas establecidos para veneración o reverencia.
De esa forma podemos ver una apropiación cultural, en determinados pueblos, en un lugar determinado, de la peregrinación como medio de encuentro con lo sagrado utilizando el ritual como un medio para replicar a la peregrinación. Un ejemplo de lo anterior es la procesión religiosa. El viaje religioso: las Peregrinaciones.
Tal y como se explicaba más arriba, el viaje esencial era el viaje de un religare, de volver al origen, de la búsqueda de unir lo material con lo espiritual. Por ello, a lo largo y ancho del mundo se van a dar peregrinaciones que fundamentalmente tienen un fin religioso.
Las peregrinaciones en Egipto
La religión egipcia aporta dos elementos particularmente influyentes de cara a la atracción de fieles a los santuarios: el iniciático y el oracular. La religiosidad de iniciación comporta un rito significado de vinculación a un dios en un momento determinado de la vida del individuo, o tras una opción voluntaria y vocacional. Y, ese rito se realiza fundamentalmente en templos específicos que acogen ese mundo religioso de misterio.
La religiosidad de oráculo no es otra cosa que la de aquellos santuarios donde se consulta a un dios, quien, pretendidamente de forma directa o a través de un sacerdote o una pitonisa (tomemos el nombre del uso griego generalizado), responde para gobierno e incluso salvación del consultante.
Tanto los altos lugares de iniciación como los altos lugares de consulta oracular movilizan en el antiguo Egipto masas de peregrinos. Abidos es la ciudad santa por excelencia para los antiguos egipcios y punto de atracción principal para iniciados y futuros iniciados en sus misterios. Hasta lo era para quienes veían acercarse su última y definitiva peregrinación. Allí, Osiris, el Salvador, esperaba a sus fieles para conducirles al más allá. Y si Osiris tenía en Abidos su tumba, su cuna la tenía en Busiris, que era otro centro importante de iniciación y de atracción de viajeros; es gracias a la documentación egipcia escrita a lo que debemos la seguridad de que el de Busiris era el primero de los templos de Osiris en antigüedad y en peregrinaje.
También Heródoto, autor griego del siglo V a. C., testimonia la grandeza del complejo sagrado de Busiris y la nutrida afluencia de fieles, así como las instalaciones y servicios existentes en función de los muy numerosos viajeros. Todo ello en vigencia cuando escribía el historiador de Halicarnaso. Otros importantes focos de atracción de peregrinos eran Karnak y Luxor, sobre todo el primero de estos dos lugares. En ambos centros se conservan impresionantes vestigios artístico-arqueológicos, especialmente templos. Karnak no sólo era uno más de los lugares de iniciación de los creyentes en Osiris, sino que era a un tiempo la ciudad de Amón-Ra, el poderoso dios del Egipto del sur o alto Egipto.
En cuanto a la peregrinación a lugares santos de religiosidad oracular, la manifestación más interesante es la del oráculo de Amón en Siwa, que atraía a muchos creyentes del dios y que fue objeto de rendida visita por parte de Alejandro Magno, cuando el joven rey macedonio conquistó Egipto.
Las peregrinaciones griegas
También la antigua Grecia conoció la práctica piadosa de la peregrinación a santuarios. Santuarios oraculares, santuarios de misterio, santuarios terapéuticos y fiestas religiosas panhelénicas, típicas de algunos lugares. Viejos precedentes de los santuarios eran las antiguas cuevas cultuales y lugares sagrados, de larga tradición, conocidos en el ámbito egeo desde época pre- y protohistórica, especialmente en Creta, e indicativos de una religiosidad que ha superado ya el nivel de lo individual y que conoce las ofrendas votivas.
El más famoso de los santuarios oraculares de época histórica era el de Delfos, donde la Pitia desgranaba a los consultantes los oráculos de Apolo. El principal de los santuarios terapéuticos era el de Asclepio, el dios médico, en Epidauro. Y las fiestas eran muchas: las Panateneas y las Dionisiacas en Atenas, las ístmicas en Corinto, las Olímpicas en la ciudad que les da nombre, estas últimas caracterizadas por los juegos atléticos, que suponían la parte más externa del aparato festivo. Dichas celebraciones y otras semejantes atraían a muchos viajeros. Delos y Eleusis, un famoso templo de Apolo.
Eran necesarias las festividades religiosas para mantener una conciencia griega unitaria. De la misma forma fueron conocidas las peregrinaciones cultuales dedicadas a Alejandro, que era un macedonio helenizado; a su propósito los griegos tenían su larga tradición peregrina en la misma Alejandría egipcia- helénica.
Las peregrinaciones romanas y su influencia griega
También en la civilización romana la peregrinación religiosa resultó una de las formas que se manifestaron en los viajes circulares de la época. Pero cabe hacer una distinción entre el viaje motivado por la religión romana clásica, de las peregrinaciones que una nueva religión oriental ingresaría dentro del imperio, es decir, el cristianismo. La religión romana se relacionaba íntimamente con el sentido que presentaba el propio pueblo romano: la practicidad.
La relación que se establecía con la divinidad era propiamente jurídica, no de devoción, ni mística, pues esto resultaba ajeno al espíritu romano. No era necesario amar a los dioses, sólo debía tributárseles el culto debido. El mundo griego y el mundo etrusco ejercieron una influencia significativa sobre la religión romana. Los romanos adoptaron también una serie de ritos helénicos. Entre ellos, la consulta de oráculos. Así, es un hecho observable la recurrencia a los oráculos griegos, con el fin de conocer las disposiciones de los dioses. Según la tradición, el último rey de Roma Tarquinio el Soberbio habría hecho interrogar al Apolo del oráculo de Delfos.
Del mismo modo, con motivo de una epidemia, a principios del siglo III a, C., se recurrió a Asclepios de Epidauro, en la Argólida.
Los misterios de Dionisio eran celebrados, hacia fines de la República, en muchas casas de Pompeya. Algunos cultos gozaron de gran prestigio durante la República, como el Apolo pítico y su oráculo.
Con el paso del tiempo, no debe extrañar que, durante los viajes que se realizaban hacia Grecia, el romano tomase parte de los ritos y de los cultos griegos. Durante el siglo I se admitía que los romanos que pasaban por Atenas se iniciaran en los misterios de Eleusis. Pero el espíritu romano iba sufriendo nuevas influencias religiosas, y los oráculos, que habían gozado de gran prestigio, fueron perdiendo influencia e iban camino a considerarse triviales. Ya durante los primeros siglos del Imperio, los viajes para consultar al oráculo de Delfos habían disminuido, aunque aún Nerón lo había consultado para interiorizarse sobre su porvenir. Así, Juvenal escribe con respecto al tema que “(…) en Delfos los oráculos cesan y una gran oscuridad con respecto al porvenir daña al género humano”.
Los viajes religiosos vinculados a la salud no siempre se encontraban relacionados con la propia salud de quién viajaba, ni tenían como fin la propia curación. El espíritu romano experimentaba cambios, y éstos se vinculan también a los viajes médico-religiosos. El romano acabó por recurrir a la isla de Esculapio no sólo por motivos de su propia salud, sino también para dejar abandonados allí a sus esclavos enfermos. En este sentido, Claudio decretó que todos los esclavos así abandonados quedaban libres y que, en caso de curación, no pertenecerían ya a sus antiguos dueños.
Los viajes religiosos romanos comenzaron a darse a partir de la influencia griega. Así, fue gradualmente consultándose a los oráculos griegos, para terminar, participando de los eventos griegos que habían tenido origen sacro. Con el transcurrir del Imperio, sin embargo, otros cultos nuevos y llegados de Oriente fueron ganando adeptos dentro de la sociedad de la época. De este modo, el cristianismo –desprendimiento del judaísmo- hace su aparición hasta lograr transformarse en la religión oficial y predominante.