Una nueva teoría para explicar cómo nace el espíritu según la antropología cognitiva

Fernando Schwarz (Director Internacional Instituto Hermes)

La cultura motor de la evolución

Desde los años 80 nacen teorías sobre la co-evolución naturaleza/cultura. Estos modelos suponen que la aparición de las aptitudes humanas (el lenguaje, la inteligencia social, la técnica) surgen de una dinámica de interacción entre el cerebro y su entorno cultural. Dicho de otra manera, no es la selección natural y la adaptación a las dificultades del entorno que favorecen el aumento de las capacidades cerebrales, sino una evolución progresiva del cerebro en función de un entorno social cada vez más complejo que el ser humano contribuye a crear. A partir de este modelo, se puede concebir la existencia de una selección social, o selección cultural, que se agrega o contraría el mecanismo darwiniano de la selección natural.

En estos modelos de co-evolución, la especie evoluciona no para adaptarse al entorno natural sino en función del entorno artificial creado por la especie misma.

Desde los años 2000 estas nuevas explicaciones sobre el origen del espíritu humano se sintetizan en dos teorías que podemos considerar adversas o complementarias: el cerebro social y el cerebro imaginativo.

El cerebro social

Según el primatólogo y antropólogo ingles Robin Dunbar, la inteligencia nace del número y de la riqueza de las interacciones sociales. Pero esta teoría presenta varias objeciones; en el mundo animal, la talla de los grupos no es siempre proporcional a la riqueza de relaciones que se entablan (como es el caso de los chimpancés y los hombres). Los lobos y chacales forman manadas de talla pequeña pero con relaciones sociales muy ricas y complejas, superiores a los de los chimpancés.

Michael Tomasello propone una variante a la teoría del cerebro social. Sus investigaciones se basan en las capacidades comunicativas de los bebés y los grandes simios. Hasta los diez meses, los chimpancés y los humanos no difieren en su desarrollo cognitivo. Pero al año, los bebés comienzan a comunicar activamente con los otros buscando atraer su atención, señalando por ejemplo con un dedo lo que les interesa.

Tomasello califica esta capacidad de “atención conjunta”. Este sería un elemento clave que permite a los humanos comunicar, pero también cooperar, trabajar juntos; para ello hay que tener una finalidad común. Esto distingue a los humanos de los chimpancés.

El segundo factor que juega un rol esencial en la aparición de las culturas humanas es la imitación. Atención conjunta e imitación son, según Tomasello, los dos pilares de una cultura acumulativa, que es la base de la cultura humana.

Otros primatólogos, como Christophe Boech, piensan que los chimpancés también poseen la atención compartida. Pero en todo caso, los dos pilares parecen importantes para la conformación de una cultura humana.

La teoría del cerebro imaginativo

Surge como una alternativa a la teoría del cerebro social. Si los seres humanos han podido desplegar sus capacidades culturales en tantos dominios -el lenguaje, las técnicas, el arte y todas las obras creativas- sería porque todas surgen de una capacidad común: la imaginación.

La imaginación debe ser entendida de manera amplia. Ella tiene la capacidad general de producir imágenes mentales, es decir, representaciones diferidas de la realidad. Los recuerdos, las anticipaciones, los pensamientos interiores son imágenes mentales.

Es el psicólogo australiano Thomas Suddendorf quien lanzó esta teoría. Se hizo conocer por sus trabajos con Michael Corballis sobre el “mental travel”. El viaje mental en el tiempo es una capacidad propiamente humana de proyectarse mentalmente en el pasado o en el futuro.

Es lo que hacemos corrientemente durante una jornada cuando dejamos una acción para pensar en el futuro con el objeto de organizarnos o proyectarnos, o cuando rememoramos un recuerdo. Ellos demostraron que la memoria y la anticipación están vinculadas. Utilizamos bloques de recuerdos para construir escenarios de futuro. Inversamente nos sucede ver el “futuro anterior”: es el caso de los remordimientos y disculpas.

Los estudios confirman que la activación de los recuerdos y de las proyecciones hacia el futuro utilizan las mismas regiones cerebrales. Fundamentalmente el córtex prefrontal, conocido por su rol en las actividades mentales de planificación.

La brecha que separa a los humanos de los animales se observa en seis dominios particulares: el lenguaje, la anticipación (mental time travel), la inteligencia, la cultura, la moral y la teoría del espíritu (la capacidad de leer en los pensamientos del otro). La imaginación seria el punto común que vincula estas posibilidades entre ellas. Es relacionando estas capacidades entre ellas como se construirían las culturas humanas.

La imaginación y el mundo de las ideas

Según Peter Gardenfors, profesor de ciencias cognitivas, la línea humana se separó de las otras líneas de primates desplegando una capacidad singular: la de producir “representaciones separadas” fundamentadas en el surgimiento de la imaginación como “máquina de ideas”.

La tesis del cerebro imaginativo puede resumirse de la manera siguiente: la raíz de las múltiples aptitudes humanas provendría de un mecanismo cognitivo único, la aptitud a forjar “representaciones separadas”, que comúnmente son llamadas las imágenes mentales, que podríamos simplemente designar como “ideas”.

Ciertos animales, como el elefante, poseen esta capacidad de representarse provisoriamente un objeto en su ausencia, pero esta capacidad queda confinada en límites estrechos en su caso. Nada señala durante las actividades cotidianas de los vertebrados superiores inteligentes, de los pájaros a los primates, la existencia en ellos de producir proyectos variados y a largo plazo. En cambio los humanos desde la infancia expresan una extraordinaria creatividad que se expresa en el lenguaje y las historias verdaderas o falsas que les encantan escuchar o inventar, sin hablar de los dibujos, etc.

Los proyectos virtuales nacidos de la imaginación no están destinados a abstraerse de la realidad. Al contrario contribuyen a actuar sobre la realidad, innovar y resolver problemas.

Lo atractivo de esta teoría -que todavía no está totalmente fundamentada- es que se puede aplicar a una serie de fenómenos del espíritu humano: el lenguaje, el arte, la técnica, la religión, la moral y las anticipaciones que están todas basadas en imágenes mentales. Y también puede ser compatible con las últimas investigaciones de la neurobiología, como el rol del lóbulo frontal como centro piloto de las operaciones mentales complejas, con los descubrimientos arqueológicos sobre la evolución combinada de las técnicas, del lenguaje y de las nuevas formas de organización social.

El mundo de las imágenes

La palabra “imagen” es falsamente evidente. A primera vista, la imagen es un dibujo, una pintura, una foto, un film, etc. Es decir, la representación gráfica de un ser real o ficticio sobre una superficie plana: muro, papel o pantalla. Pero indudablemente hay que integrar en el mundo de las imágenes las representaciones en tres dimensiones, como la de una escultura por ejemplo, o la de un maniquí en una vidriera que es también una imagen. No debemos excluir de este mundo los planos, cartas geográficas, esquemas como los que sirven para montar un mueble.

La palabra “imagen” sirve también para designar la “imagen de sí mismo” o la “imagen de marca”, que corresponde a nuestra apariencia visual (vestimenta) y que integra los accesorios (joyas, tatuajes, coche…) que sirven para ponerse en escena y participan de nuestra reputación. En este sentido amplio de la “imagen pública” se pueden integrar informaciones escritas como un curriculum vitae u orales tales como un rumor.

La palabra “imagen” se utiliza respecto a ciertas expresiones lingüísticas, para designar metáforas: “mi tesoro”, “mi rayo de sol”, etc. Finalmente la palabra “imagen” nos reenvía hacia las imágenes mentales, estas representaciones internas donde se mezclan los sueños, los recuerdos, los fantasmas, las alucinaciones y toda forma de proyección mental que conforma nuestro “film interior”.

Los cuatro campos posibles de la potencia de la imaginación (Godelier)

1. Nos permite representar “realidades” que no existen más, o que no existen, o existen en otro lugar, o que quizás existan, o no existan jamás.
2. Nos permite representarnos hechos, situaciones, personajes de los cuales jamás fuimos testigos y que otros nos han reportado vecinos, parientes, periodistas, profesores, etc. Y nosotros hacemos lo mismo con otros. Entonces ¿cuál es el crédito que podemos darle a estos relatos? ¿Qué parte de verdad?
3. Nos lleva hacia “lo que está/hay por detrás”.
4. Los hechos, las palabras, los actos nos llevan a sospechar que detrás de las apariencias, existiría “otra cosa” que sería la razón desconocida y la explicación de lo que es aparente, visible, conocido.
5. Permite, cuando las circunstancias lo exigen o el contexto lo hace posible, pensar o actuar de manera diferente, buscar otros caminos alternativos para llegar a un objetivo determinado.

La realidad o todo lo que existe verdaderamente es un producto de la unión indisoluble de los componentes materiales e “ideados” (en francés un neologismo “ideel”: lo real intelectual, mental; conceptos, ideas, realidades intelectuales, facultades morales, leyes) que en grados diferentes producen relaciones entre los hombres y los hombres y la naturaleza.

Una definición amplia de la imaginación

La imaginación puede ser definida como la capacidad de construir imágenes pero que también fabrican sentido. Está en el corazón del proceso de representación que desemboca en el conocimiento de las cosas. En este proceso la asociación de imágenes juega un rol esencial: es la facultad de conectar cosas sin ninguna relación aparente entre ellas, que permite la construcción del sentido. Es una facultad creadora que permite poder anticipar, prefigurar, ver sin ver.

Sin anticipación, por lo tanto sin imaginación que permita elevarse por encima de lo real, no hay conocimiento posible. La imaginación verticaliza la conciencia y eleva el alma.

En el comienzo estaba la imagen mental

Desde la Biblia se pensó que en los comienzos fue el Verbo el origen de la creación y lo que hace humano al hombre.
Desde los años 2000, la antropología cognitiva afirma que la imaginación sería el factor clave de la humanización proponiendo la teoría del “animal imaginativo”, y afirmando que las imágenes mentales son la fuente común del lenguaje, de las capacidades técnicas, del arte, pero también de las nuevas formas de vivir en sociedad fundamentadas en proyectos comunes. Lo que nos lleva a pensar que en el comienzo estaba la imagen mental.

Jean Paul Sartre en los años 30 demuestra que nuestras “imágenes mentales” no están dentro del pensamiento sino de un lado al otro del pensamiento. Después de haber demostrado que imaginar es una función que se puede describir como una estructura constitutiva de la esencia de la conciencia, concluye que la imaginación es la conciencia en su totalidad visto que es ella que realiza su propia libertad y se revela a la vez como constitución y destrucción del mundo.

Todos hemos experimentado esta teoría intuitivamente. Representémonos durante unos instantes la imagen de la torre Eiffel o de un personaje o monumento preferido. Nada más sencillo; rápidamente estaremos visualizando la imagen convocada en pensamiento. Sin embargo, ninguno de los objetos o personajes estaba presente para servirnos de modelo; fue suficiente convocarlos con el pensamiento. Estas representaciones separadas de toda percepción directa, son la que llamamos “imágenes mentales”.

La imaginación en sentido amplio puede ser definida como “la capacidad de crear imágenes en el cerebro independientemente (separada) de todo estimulo perceptivo”.

Las imágenes mentales son el soporte de recuerdos conscientes; pueden también estar solicitadas para anticipar y también expresar escenarios, hipótesis y acciones virtuales que nos sirven para planificar actividades o resolver problemas teóricos o prácticos.

En la tradición occidental, la imaginación creativa fue considerada como un polo opuesto a la razón. Hoy esta separación no tiene lugar; los filósofos de la ciencia rehabilitan la imaginación como una herramienta del saber, necesaria a la creación de las teorías científicas. Los psicólogos de la infancia demuestran que la imaginación es también una manera de explorar la realidad y no de huir de ella. La imaginación y las experiencias de pensamiento (razón), sirven para concebir planes de acción y resolver problemas.

Relación entre el pensamiento y el lenguaje

Si como se creyó, el lenguaje era el fundamento del pensamiento, las personas afásicas deberían sufrir una disminución de sus capacidades intelectuales. Sin embargo, las observaciones demuestran lo contrario: la mayoría de las personas afásicas son capaces de anticipar, de razonar y de emprender actividades cognitivas complejas, como jugar al ajedrez. Estas capacidades cognitivas reposan sobre la movilización de imágenes mentales disociadas (desvinculadas) del lenguaje. Todo parece indicar que la imagen mental precede al verbo.

La inteligencia técnica no puede prescindir de las imágenes mentales. Todos los objetos que nos rodean han sido concebidos mentalmente antes de existir concretamente. Ya era el caso en los tiempos del Homo erectus: la fabricación de los bifaces presupone actuar teniendo presente la forma del objeto antes de realizarlo. La idea preexiste al objeto.

La creación artística presupone también la movilización de imágenes mentales. Las representaciones de animales en las paredes de las cavernas no son aparentes copias de la realidad. Los artistas que las pintaron en el fondo de una caverna las realizaron a partir de sus recuerdos, componiendo una escena que no es una foto de la realidad, sino una reconstrucción mental. El artista prehistórico no pintó lo que veía, sino lo que sabía.

Las culturas humanas suponen la existencia de representaciones mentales como los grandes ideales colectivos, a los que se suman otras imágenes mentales, como el trabajo en grupo, que supone fijarse finalidades, intenciones, metas comunes y conocimientos compartidos; los intercambios y transacciones suponen promesas y amenazas; toda vida comunitaria necesita reglas y normas, prescripciones y prohibiciones que reposan sobre escenarios imaginarios (“tu no robaras”, “tu no harás adulterio”). Los individuos regulan sus conductas a través de roles e identidades sociales (modelo masculino o femenino, modelo profesional, etc.) que son imágenes estereotipadas. Para legitimar un poder, que mejor que invocar espíritus invisibles: divinidades, ancestros, promesas o amenazas.

Otro argumento de naturaleza neurobiológica, confirma la teoría del “animal imaginativo”. Reposa sobre la existencia en el cerebro humano de un área cerebral especialmente consagrada a la imaginación creativa: el córtex pre frontal. Es esta área, situada justo detrás de la frente, la que diferencia más el cerebro humano de los otros primates. El córtex pre frontal está en conexión con todas las otras áreas cerebrales: el área occipital, especializada en la visión; el área parietal, encargada de la motricidad; el sistema límbico, sede de las emociones; el hipocampo, sede de la memoria, etc. El córtex pre frontal actúa como un coordinador general, responsable de las actividades más complejas y creativas.

La formación de la noosfera

La noosfera según el pensamiento de Vladimir Vernadsky y Pierre Teilhard de Chardin, designa la “esfera del pensamiento humano”. La palabra deriva del griego “noüs”, espíritu y “sphaira” esfera. Es el conjunto de seres vivos dotados de inteligencia. El diccionario de la Real Academia Española lo define como el «conjunto de los seres inteligentes en relación con el medio en que viven».

La imaginación, en el sentido más general de creación de imágenes mentales, es por lo tanto la base de multitud de aptitudes derivadas, específicamente humanas: el lenguaje, el arte, las técnicas y las representaciones colectivas. La imaginación proporciona, bien las imágenes mentales que hacen posible la formación de un mundo de ideas, bien la “noosfera” que incluye entre ellas las religiones, con sus espíritus invisibles; las ideologías y sus valores; las ciencias con sus modelos abstractos.

La producción de imágenes mentales es la fuente de nuestros pensamientos íntimos. Esta producción mental que William James llamó el “flujo de la conciencia”, es ese film interior que funciona permanentemente del día a la noche, bajo la forma de pensamientos interiores, ensoñaciones o sueños.

No se puede oponer lo real a lo imaginario, a lo simbólico. Todo lo que es pensado, fabricado y actuado por los seres humanos no puede ser pensado sin soporte simbólico. Lo simbólico se encuentra en todo lo que es pensado, producido y actuado. Todo lo que es pensado es imaginado, pero todo lo imaginado no es imaginario. Lo imaginado puede ser una realidad virtual o irreal, como los juegos, o real transformado en realidades sociales, materiales o simbólicas.

La imaginación ha metamorfoseado a la especie humana. Aunque no sabemos científicamente cómo se ha producido, es ella que lanzó una trayectoria inédita respecto de las otras especies de primates. Gracias a la potencia imaginativa, los seres humanos se pusieron a anticipar, a crear, a hablar e inventar nuevas formas de vida en sociedad.

Las imágenes gráficas, dibujos, pinturas, esculturas, no son más que una de las manifestaciones entre otras imágenes mentales: dieron nacimiento a las palabras, a las herramientas, a los saberes compartidos, a las divinidades y seres invisibles, a los ideales y proyectos comunes.

Bibliografía

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Peter Gärdenfors. Comment Homo est devenu sapiens. Sur l’évolution de la pensée, Ed. Sciences Humaines, 2007.
Maurice Godelier. L’imaginé, l’imaginaire et le symbolique, Ed. CNRS Paris, 2015.
Jean Paul Sartre. Dans l’imagination, Ed. Poche, PUF, 2012.
Mark Turner. The Literary Mind, Oxford, University Press, 1996.