EL MUNDO: ¿DESPUÉS DEL DERRUMBE? O ¿DESPUÉS DEL RENACIMIENTO?

COLAPSOLOGÍA, SÍ.
¡NO TENGAMOS MIEDO A LAS PALABRAS!

Fabien Amouroux

Introducción

En 2015 Pablo Servigne y Raphaël Stevens editaron un libro dedicado a la colapsología (( Otro fin de mundo es posible, Vivir el derrumbe (y no solo sobrevivir). Pablo Servigne, Raphaël Stevens y Gauthier Chapelle. Edición Seuil, collection Anthropocène, 2018, 323 páginas.)), evocando la posibilidad de un derrumbe de nuestra sociedad. El tema de la colapsología no es nuevo. Después de los años 70 y del famoso informe del Club de Roma de Dennis Meadows, sobre los límites del crecimiento((“Les limites a la croissance”, «Los límites del crecimiento”, Dennis Meadows y otros autores. Ediciones L’écopoche, reedición actualizada de 2004, 485 páginas.)), la perspectiva de un derrumbe general planea sobre la sociedad termo-industrial globalizada.
Estos autores no quisieron quedarse allí, y con Gauthier Chapelle sacaron un segundo libro en 2018 para indicarnos que “Otro fin del mundo es posible”((¿Cómo puede derrumbarse todo?: pequeño manual de colapsología para uso de las generaciones presentes. “Comment tout peut s’effondrer : petit Manuel de collapsologie à l’usage des générations présentes. Pablo Servigne y Raphaël Stevens, Ediciones Seuil, colección Anthropocène, 2015, 304 páginas.))

El primer libro es una constatación científica transdisciplinaria. Esta noción de transdisciplinariedad es esencial, porque siempre encontramos los medios teóricos para hallar una salida cuando consideramos de manera particular el agotamiento de las energías fósiles, de las fuentes minerales, la extinción de la biodiversidad, la deforestación, el calentamiento global, etc. Sin embargo, cuando nos atrevemos a mirar el conjunto de estos “callejones sin salida”, solo
nos queda exclamar: “¡estamos acabados, esto se terminó!”, porque en realidad no tenemos un problema, tenemos miríadas de problemas, entre los que algunos, como el calentamiento global o la extinción de la biodiversidad, pueden, por sí solos, producir un derrumbe total.

“¡Estamos acabados, se terminó!”

En pocas líneas, hagamos el recuento de los “callejones sin salida”. Primero, podemos decirnos que tenemos tiempo porque queda todavía mucho petróleo en la superficie y esto es verdad; pero, sería una muy mala idea para el calentamiento global que consumiéramos todas las energías fósiles disponibles, pues, las consecuencias podrían ser terribles.

Luego, podemos decirnos que la capacidad de innovación del hombre es excepcional y que siempre hemos encontrado la solución en el momento y la hora correcta. Sí, pero, pensemos que las famosas “energías verdes” de las que no se deja de hablar, reposan sobre una utilización masiva de los recursos minerales (para fabricar los paneles solares, los eólicos etc.) y que algunos de esos recursos se agotan también a una gran velocidad. Y, ¿entonces?: Entonces, nos diremos que la capacidad de innovación del hombre es verdaderamente excepcional, y que encontraremos soluciones técnicas para continuar creciendo sin contaminar y sin agotar los recursos del planeta. Sin embargo, crecer en un mundo que está saturado, implica que pase lo que pase, lo “despojaremos” de sus recursos. Si la cosechadora o la segadora o trilladora y las motosierras funcionaran con una fuente de energía no contaminante e infinita, eso no cambiaría absolutamente en nada la extinción de la biodiversidad, porque ésta reposa principalmente en la parte de tierra y de océano que la civilización sustrae a la naturaleza salvaje. Simplemente, es una aberración creer que se puede crecer de manera infinita en un
planeta finito. Y es otra aberración minimizar todo sobre la confianza en la capacidad de innovación del ser humano.

Cuando el Titanic se lanzaba hacia el iceberg, ¿a quién había que escuchar: a los que decían que había que frenar el navío o a los que declaraban que los ingenieros encontrarían algún medio para que le crecieran alas?

“No hay nada nuevo bajo el sol…”

¿Cuál es la diferencia entre la obra de P. Servigne y R. Stevens y todas las otras constataciones alarmistas que les han precedido? Es la primera vez que todos los elementos cuantificados permiten tomar consciencia de la brecha abisal que tenemos encima, en un escrito tan condensado. Los autores hicieron un formidable ejercicio de recopilación de datos científicos muy diversos, lo que les permitió salir de una “visión especializada” de uno u otro problema, y terminar con el optimismo naíf de todos los defensores del “crecimiento económico infinito”, ya sean “verdes” o “business as usual”.

El problema del desplome puede parecer a primera vista muy complejo y polémico, pues se ponen en juego múltiples datos y modelos inciertos. Pero si las predicciones cuantificadas pueden discutirse, los principios expuestos no sirven para eso.

El derrumbe no es para los especialistas

De los dos autores citados, P. Servigne es de lejos el más mediático. Desde hace varios años ha sido objeto de numerosas críticas que señalaban su pesimismo y el hecho de que descuidaba tal o cual dato, tal o cual fenómeno.

Sin embargo, cuando le prestamos atención, uno se da cuenta de que raramente ha escuchado a alguien tan medido en sus propuestas. Servigne es todo menos un predicador apocalíptico. Su discurso está lleno de advertencias sobre la incertidumbre de los tiempos venideros y la necesidad de la humildad para aquel que quiere abordar estos temas.

El término “derrumbe”, “desplome” o “colapsología” (del inglés collapse, derrumbamiento) ha sido voluntariamente elegido para salir de los conceptos un poco ingenuos de “desarrollo sostenible” o de “transición ecológica”. La situación es grave, la necesidad de actuar es urgente, no hay más tiempo para eufemismos. La gran proeza de estos autores y en especial de P. Servigne, a través de las entrevistas a las cuales se ha expuesto voluntariamente, es llevar este término fuerte, aterrador, pero saludable, sin endulzarlo ni proyectarle una visión pesimista del futuro.

El fin de un mundo, no es el fin del mundo

Aquí tienen una frase que los críticos de la colapsología deberían meditar. El “derrumbamiento” o “desplome” es una constatación fría y lúcida que nos dice que nuestro modo de vida, que se basa en un crecimiento económico infinito, no es sostenible y que, nos guste o no, debemos cambiar de dirección. Forzosamente habrá consecuencias, es el riesgo que se corre, pero eso no quiere decir que la humanidad vaya a desaparecer ni que habrá guerras y masacres hasta el cansancio.

El futuro no está escrito y colectivamente podemos retomar la dirección de nuestro destino. Ese es el objetivo del segundo libro de P. Servigne y sus coautores.

Reconciliarse

Frente al derrumbe ineludible de nuestras sociedades, no hay “soluciones”; se sobreentiende que no hay soluciones para salvar el crecimiento y el desarrollo material de nuestras sociedades. Este cambio de paradigma implica una gran “reconciliación”.

Frente al choque que representa la caída de una civilización, debemos ser capaces de expresar nuestras emociones y de reconsiderar el tema de la espiritualidad. Necesitamos la intuición, no para tirar la razón a la basura (lo que sería una perspectiva oscurantista), sino para equilibrar los dos modos de pensamiento, ya que ambos son necesarios. Nuestra época se cree racionalista, pero si reflexionamos, nada es más irracional que saquear el planeta que se quiere dejar a los
hijos. La razón sin intuición no es verdadera razón, es un intelecto enloquecido, incapaz de cuestionarse. El nuevo paradigma propuesto implica superar los opuestos tradicionales.

Frente al desplome hay dos grandes caminos: la vía “exterior” que consiste en
prepararse materialmente para un mundo con recursos limitados, y la vía “interna” que consiste en encontrarse en el centro de sí mismo para comenzar un camino espiritual de desapego. Cada persona tendrá tendencia a elegir una vía y no la otra, lo que no impide, bien entendido, que haya cooperaciones entre ambas.

Reconciliar militantes y meditantes es parte de uno de los principales desafíos.

Es cuestión de posición

“Otro fin del mundo es posible” no quiere decir que tengamos los medios para impedir la caída. Esta idea de “solución posible” debe borrarse de nuestra mente pues es ilusoria y desconectada de la realidad del problema. En la medida en que perseveremos en nuestro modelo de crecimiento económico infinito, solo lograremos caernos desde más arriba. Es el mensaje de derrota y de entusiasmo de este libro: no hay salida posible de la crisis sin un cambio de posición interior.

Tenemos la oportunidad de reconectarnos con lo esencial, de reconsiderar el lugar de lo humano en el mundo.
¿Ha hablado usted con un árbol? ¿Ha sentido durante un paseo en solitario lo que un bosque tiene que decirnos?
Estamos invitados a dejar nuestros complejos frente a estos comportamientos un poco locos, pero realmente bellos, y que hacen posible la gran reconciliación del hombre con lo viviente.