La Acrópolis en los tiempos históricos

Kostas Frantzikinakis

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Vista aérea de la ciudad de Micenas

“…Implantaron la parte del alma que participa de la valentía y el coraje más cerca de la cabeza, entre el diafragma y el cuello, para que escuche a la razón y junto con ella coaccione violentamente la parte apetitiva, cuando ésta no se encuentre en absoluto dispuesta a cumplir voluntariamente la orden y la palabra proveniente de la acrópolis”

Platón, Timeo 69C.

En la sociedad palaciega del periodo Micénico, el centro religioso y administrativo estaba siempre situado en la acrópolis, en el palacio del rey, desde donde gobernaba una gran región con múltiples pequeños poblados. Por el contrario, la ciudad-estado de los tiempos históricos, con su territorio de alrededor, era una unidad política autónoma con un gran centro urbano en el que, desde el punto de vista urbanístico, dominaban el templo de la divinidad protectora de la ciudad y el ágora con los edificios públicos. (( Revista “Arqueología y Artes”, Nº 63))

Para los griegos antiguos cualquier paraje podía convertirse en un lugar de culto, es decir, en un santuario, siempre que pudiesen apreciar en dicho paraje algún carácter sagrado. Esta sacralidad podía expresarse a través de la majestuosidad del paisaje o por la presencia de una tumba o de algún otro elemento capaz de convertirse en una manifestación de la divinidad (rocas, árboles, fuentes…). El lugar sagrado se delimitaba con toda claridad. De ahí proviene la palabra “témenos”, que a su vez procede del verbo “temno” que significa separar, cortar. (Es decir el terreno sagrado, claramente diferenciado del profano). (( Luise Bruit Zaidman, Pauline Schmitt Pantel “La Religión en las antiguas ciudades griegas de la época clásica”))

El templo era la morada de la divinidad. (En griego templo = naos> del verbo naio que significa habitar). Las representaciones sagradas de la divinidad, las estatuas, se encontraban (sentados o de pie) en el interior del templo. Es probable que allí se guardasen también otros objetos pertenecientes a la divinidad y que le habían sido ofrecidos como exvotos. Por ejemplo, el Partenón de la Acrópolis de Atenas, albergaba la gran estatua criselefantina de Atenea-Parthenos armada, de 11,5 m de altura, obra del escultor Fidias. Los griegos antiguos consideraban que estas estatuas eran efigies dentro de las cuales, podía encarnar la divinidad. (( Los datos tienden a confirmar esta opinión. Lewis Farnell, uno de los historiadores más importantes de la religión griega, sostuvo que “la naturaleza y la fuerza de la divinidad estaban presentes en su estatua”, no sólo para los griegos de la época temprana sino hasta el final de la religión antigua. Las estatuas de los dioses griegos podían ser animadas como efigies reales, es decir que estaban vivas.))

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Acrópolis de Pérgamo

Las referencias de los antiguos escritores griegos, sobre el lugar ideal para elevar templos y santuarios revelan un deseo de altura y de majestuosidad. La arqueología
confirma los textos antiguos. Los griegos preferían construir sus templos dentro de la ciudad (ágora) o cerca de ella, en montículos naturales, en lugares elevados sobre de valles y mares o en sitios donde se conjugase todo lo anterior, como en el caso de Priene((Antiguos templos griegos, Tony Spawforth))

La importancia que se daba a la majestuosidad del paraje, se interpreta no sólo como la necesidad de proclamar la solidaridad y la identidad de un grupo humano. Los escritores antiguos afirman que un templo construido sobre un lugar elevado estimulaba más a la oración, creaba un sentimiento de seguridad y era más “puro”. Jenofonte, en su obra “Memorias de Sócrates” (3,8,10), sostiene que los templos y los altares deben estar
construidos sobre colinas con el fin de que puedan ser vistos por todos pero ser, a la vez, inaccesibles. Porque, según dice, es bueno ver un templo desde lo lejos y poder elevar una oración. En la época clásica, observamos estas características en el Partenón de la Acrópolis de Atenas, en el templo de Artemisa en Pireo o en el templo de Atenea en Priene, que estaban construidos sobre colinas o rocas altas.

Vitruvio alude una razón más, de naturaleza netamente religiosa. Según este arquitecto Romano, las moradas de los dioses “tienen que estar ubicadas en el punto más alto posible, para poder tener la ventaja de observar desde allí el conjunto de las murallas de la ciudad.”. 5 Quizá los griegos también creían algo similar. Las moradas de sus dioses protectores debían poder supervisar aquello que estaban llamados a proteger. Y en una ciudad, el lugar más adecuado para ello es, sin lugar a dudas, la acrópolis.

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Reconstrucción de la Acrópolis (s. IV a.C.)

La religión de la ciudad y la importancia de la Acrópolis

La polis griega influenciaba la religión y era, a su vez, influenciada por ella. La religión constituía la “ideología principal” de la ciudad, influenciando y dando sentido a todo aquello que conformaban la identidad de la ciudad: su pasado, su medio ambiente y la relación existente entre sus partes. Los ritos reforzaban la cohesión del grupo. El carácter específico y la identidad de una ciudad era, en gran parte, definido por el culto a sus héroes. Este culto permitía a la ciudad vincularse con su pasado mítico y daba un carácter sagrado a la relación de los ciudadanos con este pasado haciendo posible su unión con él. La religión constituía la doctrina ideológica más digna de respeto por parte de todos los ciudadanos. De tal forma que un acto de irreverencia contra la religión era también considerada como una falta de acatamiento contra las leyes de la polis y su gobierno.

El culto a los dioses tenia un lugar primordial en la vida de los ciudadanos de la Grecia antigua. La religión está íntimamente unida a la vida cotidiana y constituye el centro de la ciudad.(( La antigua polis griega, Oswyn Murray, Simon Price)) Esteconcepto se relaciona con la idea de que la existencia de la ciudad está garantizada por la relación que mantiene con sus dioses. En los orígenes de la ciudad encontramos frecuentemente una suerte de “garantíapacto” por parte de los dioses para la protección de la ciudad. Este pacto debe ser mantenido por medio del culto y de la relación que la ciudad tuviese con sus dioses, sobre todo con su dios-protector. Una garantía de este tipo era la razón por la cual, a la hora de fundar una colonia, se dirigían al oráculo para lograr la aprobación de la divinidad. Aquellas ciudades que consideraban que debían buscar sus orígenes en un pasado mítico, expresaban este pacto divino a través del mito.

En Atenas, los mitos que establecen este acuerdo de protección son básicamente dos: El que se refiere al rey Erictonios, nacido de la Tierra y, sobre todo, el mito de la disputa de Atenea y Poseidón por la soberanía del Ática. Un olivo, el regalo ofrecido por Atenea, fue el símbolo que selló la relación entre la ciudad de Atenas y la diosa que constituía la garantía de la existencia de Atenas y el núcleo simbólico de la religión de la ciudad. Este símbolo no podía encontrarse sino en Acrópolis de Atenas.

Este concepto se ve expresado en la tradición (Herodotos, 8.55), que refiere que, cuando los Persas quemaron la Acrópolis y con ella este olivo, al día siguiente surgió milagrosamente un nuevo brote de medio metro de altura. El hecho de que el olivo de la Acrópolis brotase de manera inmediata y milagrosa, indicó que este incendio de la Acrópolis no iba a significar el fin de la ciudad de Atenas. Este suceso fue una señal de que Atenea seguía protegiendo su ciudad y al mismo tiempo, significó la renovación simbólica de esta protección y una garantía de continuidad de la existencia de la ciudad.

El mismo concepto está expresado en la tradición que se refiere al Paladio que Ulises y Diomides robaron de Troya, para hacer posible la conquista de la ciudad: el Paladio había sido entregado a Dardano, el antepasado mítico de los troyanos, por su padre Zeus. De esta manera, el paladio se convirtió en símbolo de la “garantía divina” de relación armónica entre Troya y los dioses. Su pérdida fue la señal de que esta garantía era ya inexistente.

Durante la época clásica, las formas de culto de las ciudades difieren de acuerdo a los grupos de fieles a los que van dirigidos. Una forma de culto es aquella en la que
intervienen todos los ciudadanos y en la que las ceremonias se hacen en nombre de la propia ciudad y para obtener su prosperidad. Esta es la principal forma de culto de la ciudad. Los ritos de esta forma de culto presentan una gran variedad. Algunos de estos ritos se celebran en el centro geográfico, social, religioso y simbólico de la ciudad, o sea en Acrópolis. A estos ritos pertenecen las ceremonias de los dioses que están explícitamente relacionados con la identidad y con la protección de la ciudad en su conjunto. De esta manera, subrayan y expresan aquellas facetas de la religión que contribuyen a mantener su coherencia.
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1. Partenón
2. Templo antiguo de Atenea
3. Erecteión
4. Estatua de Atenea Promacos
5. Propileos
6. Templo de Atenea Niké
7. Eleusinión
8. Santuario de Artemisa Brauronia
9. Calcoteca
10. Pandroseión
11. Arreforión
12. Altar de Atenea
13. Santuario de Zeus Polieo
14. Santuario de Pandión
15. Odeón de Herodes Ático
16. Stoa de Eumenes
17. Santuario de Asclepio o Asclepeion
18. Teatro de Dioniso Eléuteros
19. Odeón de Pericles
20. Témenos de Dioniso
21 Aglaureión

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Erecteion

En Atenas, que es la ciudad en la que nos centramos en estos momentos y en la que los elementos disponibles nos permiten estudiar la religión de la ciudad en su conjunto, las divinidades principales eran Atenea Polias y Zeus Polieo (de la ciudad), cuyos templos se encuentran en Acrópolis. Toda la colina de la Acrópolis de Atenas está básicamente dedicada a Atenea, venerada como Polias (protectora de la ciudad), a excepción hecha de una pequeña parte al noreste que está dedicada al témenos de Zeus Polieo y de otra pequeña parte al sudoeste, cerca de los Propileos, donde se encuentra el templo de Artemisa Brauronia. Naturalmente, podemos considerar que el culto de Atenea en la colina sagrada tiene raíces muy antiguas. Es seguro que en la época micénica Atenea era la era la principal divinidad venerada en el palacio real. Homero parece conocer este hecho cuando afirma que Atenea entra en el “palacio de Erecteo” ((Acrópolis, Manolis Andronikos))

Los restos más antiguos de un lugar de culto específico de Atenea que han llegado hasta nuestros días, datan del 700 a.C. Se trata de dos basamentos de piedra que se encuentran entre el Partenón y el Erecteión. Las posteriores construcciones en la Acrópolis han borrado las huellas de esta antigua fase del santuario. Por lo tanto, podemos seguir el rastro de la historia de la construcción de la Acrópolis desde el siglo VI a.C., época en la que se construyeron no sólo uno o dos grandes templos, precursores del Partenón y del Erecteión, sino también otros edificios más pequeños relacionados con el culto de Atenea. Una gran cantidad de edificios sagrados se concentra en el lado norte de la colina, allí donde se encontraba el palacio micénico y donde, en el siglo V a.C., se construyó el templo de Atenea Polias, el conocido Erecteión. El nombre oficial del templo fue “el templo de Acrópolis, donde se encuentra la estatua antigua”.

El Erecteión es un edificio muy singular en el mundo griego. Esta singularidad arquitectónica fue impuesta por las necesidades religiosas y de culto. Por esta razón el Erecteión siguió siendo el lugar más sagrado de la Acrópolis, incluso después de la construcción del Partenón, el templo dórico más destacado de Grecia. La famosa estatua criselefantina de Atenea que se encontraba en la cella del Partenón, no pudo menguar el carácter sagrado del xóano de la diosa, es decir, de la estatua enviada desde el cielo que había sido fielmente custodiada desde los tiempos arcaicos en el “templo viejo”, en el Erecteión. Entre los elementos de culto que se encontraban en el Erecteión estaban, además de “la estatua antigua” y otras reliquias del culto ático, los llamados “lugares de los dioses”: Las tumbas de Erecteo con la serpiente sagrada y de Cécrope que eran los progenitores del pueblo ateniense, la marca del tridente de Poseidón con el que golpeó la tierra e hizo surgir agua, la marca del rayo de Zeus, el “mar Erectiis” que era un manantial del que brotaba agua salada, el altar de Zeus Supremo (Hypatos), el de Poseidón y el de Erecteo, el altar de Hefaistos y el del héroe Butes, así como el antiquísimo xoano de madera de Hermes. Por último, allí se encontraba también el olivo sagrado y el santuario de Pandroso, en donde se hallaba el altar de Zeus Erkeios.

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Procesión de Panateneas

Otra forma de culto a divinidades es la relacionada con las instituciones fundamentales de la ciudad, que eran así supervisadas: En Atenas el Zeus Boulaios y la Atenea Boulaia, de la Boulé o Senado (Jenofonte, Las Helénicas, 2.3.53,55), el Zeus Agoraios o del ágora, el Apolo Delfinios, la Hestia Boulaia y la Artemisa Boulaia. La mayoría de las veces, este tipo de ceremonias se celebraba en el ágora, el centro político y social, que jugaba también un papel religioso. En el ágora se encontraba también el altar de la diosa Hestia. La llama que arde en su altar simboliza que la ciudad constituye una entidad política autónoma.

El culto a los héroes, con el que se vinculan diversos lugares como ser las tumbas de los héroes míticos y las de los fundadores de ciudades, es otra forma de culto que se celebraba en el ágora. En Atenas, estos héroes fueron: Teseo, Erictonios/Erecteo y Cécrope. En la zona del ágora o en la del ágora antigua se había construido el santuario de Teseo. Los altares y las tumbas de Erecteo y de Cécrope se encontraban en la Acrópolis, en el Erecteión, y estaban estrechamente relacionados con el culto de Atenea Polias y de Poseidón.

Otra función sustancial de la Acrópolis de Atenas en la época clásica es el papel que juega en las fiestas más destacadas de la ciudad. Las fiestas en la Grecia clásica comenzaban normalmente con una procesión que recorría la ciudad, desde un lugar concreto hasta el templo del dios, que era el objeto del culto, mientras que el recorrido estaba siempre determinado. Las mayores fiestas religiosas de Atenas eran las Panateneas, en las que se celebraba el nacimiento de Atenea, la diosa protectora de la ciudad. La procesión comenzaba en la puerta de la ciudad que era conocida con el nombre de Dipilon, recorría el Cerámico, el Ágora y llegaba a la Acrópolis. Al llegar allí, cruzaba los Propileos, seguía a lo largo del Partenón y terminaba en el costado oriental del templo, frente al gran altar de Atenea. El objetivo de la procesión era llevar el nuevo manto de la diosa, que había sido tejido por las Ergastinas, para ser entregado al arconte-rey, quien a su vez vestiría el xóano de Atenea que se encontraba en el Erecteión.

Este recorrido permitía que la procesión pasase por los tres lugares clave de la ciudad: El Cementerio (el Cerámico), el centro de la vida política (el Ágora) y el centro
religioso de la ciudad, la Acrópolis. De esta manera, se unía el mundo de los muertos – los guardianes invisibles de la ciudad- con el mundo de los vivos y con el mundo de los dioses. Como ocurre en todas las ciudades tradicionales, también en Atenas, durante las Panateneas, podían unirse los tres niveles de la existencia, de la Ciudad (Agros/Cementerio-Ágora-Acrópolis), la cual, a su vez, que se convertía en un espejo del Mundo (que para los griegos estaba constituido por el Hades, Gea y el Olimpo). No sería exagerado decir que en aquellos momentos las Puertas invisibles se abrían y las energías del Cielo, de la Tierra y del Mundo Inferior, se unían en la cima de la Acrópolis. De esta manera, la Acrópolis se convertía en un punto mágico de unión que devolvía esta energía a los ciudadanos, en forma de bendición, confirmando así que la protección de la diosa seguía en vigor y renovando el pacto de los Dioses con los hombres hasta las fiestas del año siguiente.

Bibliografía:

• La religión en las ciudades griegas de la época clásica, Luise Bruit Zaidman, Pauline Schmitt Pantel, Ed. Patakis
• Antiguos templos griegos, Tony Spawforth, Ed. Eleftheroudakis
• La antigua polis griega, Oswyn Murray, Simon Price, Ed. Patakis
• La Acrópolis, Manolis Andronikos, Ed. Ekdotiki Athinon
• El Timeo, Platón, Ed.Koktos
• Memorias de Sócrates, Jenofonte, Ed. Zacharopoulos
• Revista Arqueología y artes Nº 63